La leyenda de la «Sombra del Peregrino»

La Voz

SANTIAGO

Álvaro Ballesteros

En plaza de la Quintana, cuando el sol ya no alumbra, aparece una de las imágenes más fotografiadas de Santiago

14 may 2014 . Actualizado a las 20:03 h.

Cuenta la historia que hay una sombra que acompaña al peregrino durante el largo trayecto del Camino de Santiago. Siente su presencia durante los tramos más duros pero tan solo hay un lugar donde el caminante se encuentra con ella: en la plaza de A Quintana.

La «Sombra del Peregrino», quizás la leyenda con más eco de las que conservan en Compostela, se ha convertido en los últimos años en una de las imágenes más icónicas y fotografiadas de la capital gallega. También se ha convertido en una de las más reproducidas, con impresiones en camisetas, carteles o taxis.

La sombra, que renace cuando cae la noche y se enciende el alumbrado de esta plaza -una de las cuatro que rodean a la Catedral-, se puede contemplar en la base de la Torre del reloj, junto a la Puerta Santa. Para muchos representa la imagen de un peregrino con indumentaria medieval, con sombrero y bordón. Sin embargo, su génesis, mucho más terrenal, se debe al reflejo creado por la iluminación nocturna de la basílica sobre un pilar de granito.

La imagen acumula un sinfín del leyendas. Hay quien cree que refleja el alma de un peregrino que se quedó para siempre en la Catedral. Para otros, recuerda la figura de un peregrino francés del siglo XV, Leonard du Revenant, hijo de un noble de París, sobre el que pesarían tres muertes y un triste destino.

Sin embargo, la versión más extendida -también de final trágico- remite a la trayectoria de un sacerdote de la Catedral, enamorado de una monja de clausura del convento de San Paio, emplazado al otro lado de la plaza de A Quintana. La tradición reza que el religioso se reunía con ella a través de un pasadizo que existía bajo la escalinata de la A Quintana y por el que se comunicaban la Catedral y el convento. Pasado un tiempo, el sacerdote, cansado de la situación, le habría propuesto a su amada que se escaparan juntos. Se citó con ella al anochecer en la plaza y allí se presentó con la vestimenta del peregrino medieval, indumentaria que le permitiría no llamar la atención. La esperó pacientemente pero ella no acudió. Aún así, noche tras noche, el enamorado (o su sombra) aún acude a su cita. Y la sigue esperando.