«Isto da para ir tirando, e se hai unha oferta boa pecho a ferretería»

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

La vida de Enrique Villaverde está muy vinculada desde su niñez a Casas Reais.
La vida de Enrique Villaverde está muy vinculada desde su niñez a Casas Reais. álvaro ballesteros< / span>

Los principales clientes de su tienda de 156 anos son las amas de casa

02 mar 2015 . Actualizado a las 13:28 h.

El apellido Villaverde está muy vinculado al mundo ferretero de Santiago. Enrique Villaverde, un acogedor miembro de la saga, regenta la ferretería Casas Chico de Casas Reais. Palabras mayores. Son 156 años de historia ininterrumpida en el número 23 de la calle. Encima residió Enrique y en su entorno jugó de pequeño. Una de sus imágenes de entonces es la rúa Travesa llena de coches los jueves, jornada ferial. Y la tienda atestada de gente. Eran otros tiempos. «Subía un a comer e baixaba outro. O xoves non se pechaba ó mediodía», evoca Enrique. Obviamente, los jueves de hoy no son los de antaño: «Son iguais que os luns».

Enrique se mueve como una centella entre el mostrador lignario y el fondo del local. «Ten 25 metros de longo», dice. Y sigue evocando su niñez: «A xente que compraba daquela era do campo, da zona de Sigüeiro, Arca e todo polo arredor. Vendíanse fouciños, gadañas, carretillas e ferramentas variadas. As gadañas vendíanse moito. Agora unha ou dúas ó ano».

Dos señoras mayores entran en el local y adquieren piezas domésticas: «Moitos dos clientes son amas de casa», confiesa Enrique. Pero las ventas han caído en picado y una ferretería lo nota sobremanera. Antes de la crisis demoledora, hubo dos circunstancias negativas compendiadas por Villaverde: «Leroy e os pivotes». Traducido: las áreas comerciales y el cierre al tráfico de la calle. «Se mercas ferramentas, e xa non digamos unhas carretas, tés que levalas até o aparcadoiro da Salle. O peche do tráfico incide moi negativamente en nós», señala.

El momento crítico se saldó con la marcha de su empleado Alejandro Platas, que llevaba más de treinta años: «Foi moi doloroso ter que desprenderme del, pero isto non da. El era consciente, pois sabía o que entraba a diario na caixa». Ahora es Enrique el que mantiene el establecimiento, pero se siente cansado y escucha ofertas: «Se hai unha boa oportunidade, déixoo. Xa veu xente a preguntar para montar un negocio de hostalería». Es consciente de conservar una historia de casi 160 años y le encantaría que la ferretería se mantuviese. Pero también es consciente de que el futuro del local puede ser otro. En su familia ya no hay nadie que siga la senda iniciada en 1858.

Y si a estas alturas Casas Chico resiste como ferretería se debe a que el establecimiento es propio. «Se fose alugado isto xa estaría pechado, porque non podería pagar mil euros ó mes», refiere Enrique. No le importaría dedicarle todo el día al negocio «se ves un lucro, pero así tirando, tirando,...». ¿Siente el orgullo de dirigir un comercio de 156 años? «Si, sinto ese orgullo, pero non tanto satisfacción por como está a cousa».

La ferretería es uno de esos negocios que los munícipes ponen siempre de ejemplo a la hora de alentar la implantación de actividades en el centro histórico: «Creo que de aquí até a praza de Galicia so está a miña». Lo que significa que el casco viejo quedaría huérfano si Casa Chico desaparece. El local está casi frente al café Ultramarinos, que fue un ultramarinos. «No casco vello o que máis abonda son as tendas de recordos e a hostalería. Debía haber máis variedade, pero aínda están abrindo máis negocios de recordos», refiere. Curiosamente, los turistas también entran en Casas Chico: «Soen levar cunchas de bronce e cruces».

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