«La tipografía clásica se perderá, porque de esto no se puede vivir»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Antonio Fernández trabaja en Casas Reais con dos máquinas manuales de los años 50.
Antonio Fernández trabaja en Casas Reais con dos máquinas manuales de los años 50. álvaro ballesteros< / span>

Las nuevas tecnologías «pueden hacerlo bien, pero no pidas que dure en el tiempo»

13 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Antonio Fernández es un viejo conocido del movimiento vecinal compostelano, por su vinculación a la Asociación de Vecinos de Bando y, sobre todo, por su persistencia reivindicativa, de la que tienen buena constancia los alcaldes desde Estévez. Pero, además, Antonio tiene una de esas profesiones «que se perderán, es de las que están tocadas de muerte», porque «no hay quien enseñe a trabajar con la tipografía clásica ni hay quien quiera aprender». Es el propietario de la Imprenta Atlas, que ocupa el bajo del número 12 de Casas Reais, donde sus dos máquinas de los años 50 siguen imprimiendo exactamente igual que el primer día.

No hace falta preguntarle si le gusta su trabajo, porque en cada una de sus explicaciones sobre el funcionamiento de las máquinas y la tipografía desprende la pasión de quien sabe que entre sus manos sostiene parte de la historia de Santiago. «La imprenta nació en la rúa do Vilar y la montaron mi padre y un señor que se llamaba Vázquez, que se jubiló y se fue para Argentina», explica. En 1948 empezaron en Casas Reais y «poco después se quedó mi padre solo. Yo aprendí de él, que tiene ahora 93 años, pero cuando me jubile no habrá relevo, porque la tipografía clásica es muy bonita, pero de esto no se puede vivir».

Las nuevas tecnologías «te permiten hacer un trabajo más rápido y más barato, pero no es lo mismo. Si quieres que dure en el tiempo, que no pierda calidad con el paso de los años, es decir, algo que sea para toda la vida, lo mejor es la tipografía clásica». Los encargos que tiene su imprenta son fundamentalmente talonarios de recibos, facturas, albaranes y un sinfín de documentos administrativos, «que tienen que durar en el tiempo», y algunas tarjetas de presentación o menús y recuerdos de fiestas. «El que entiende un poco, no quiere ordenador, quiere un buen trabajo», comenta. También «tenemos la opción del ordenador, pero eso lo hacemos en casa. Se encarga mi hija. Son cosas más modernas y novedosas, con tela o papel».

Las dos máquinas con las que trabaja cada día Antonio son auténticas piezas de coleccionista. «No tienen nada automático, todo es manual. Son de acero y no hay nada oxidado». Al final de la jornada, Antonio dedica el «tiempo que sea necesario» a limpiarlas, engrasarlas y dejarlas listas para el día siguiente. «Si las cuidas, tienes máquinas para toda la vida. No hay averías posibles».

Las dos «joyas» de Atlas son anteriores a las offset, «que son más modernas, pero no las quiero. Con las offset primero montas la plancha metálica para sacar otra plástica, que colocas en la máquina y tiras las copias que necesitas». Las manuales de Antonio Fernández llevan la plancha de acero en la que «se montan los textos con las letras, una a una, y se imprime directamente». Seguramente «a muchos jóvenes les sonará a broma, pero para editar los periódicos, no hace tanto tiempo que se montaban las letras una por una. Ahora los periodistas no pasáis por el montaje, pero seguro que los veteranos se acuerdan».

La manual tienen una ventaja con respecto a la offset «si te equivocas, corriges y no tienes que tirar la plancha completa». Las letras que se usan en la imprenta Atlas tienen tanta antigüedad como la propia imprenta, «alguna se repuso, pidiéndolas a Alemania, pero tengo letras que ya eran de mi padre. Hay que darle la presión adecuada a la máquina para que no rompan: es experiencia». Una curiosidad: «A partir de los años 80, casi 90, se perdió vista y para los números de teléfonos en las tarjetas, se pasó del tamaño 6 al 8».

Imprenta Atlas. Fundada por Antonio Fernández, padre del actual propietario. Ocupó un bajo en la rúa do Vilar y luego se trasladó a Casas Reais.

Antonio Fernández. Un veterano del movimiento vecinal que aprendió el oficio de tipógrafo de su padre.