Las nubes

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

SANTIAGO

29 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos pasamos el tiempo tratando de entender la política y la economía, con todas sus complejidades, y tenemos una cosa todos los días encima de la cabeza que condiciona nuestras vidas y de la que no sabemos casi nada. Acaban de terminar las clases, y como cada año, los niños vuelven a casa con sus calificaciones de fin de curso. Incluso los de infantil, que antes se llamaban parvulitos. Mi hijo pequeño, que acaba de cumplir cinco años, vino también con sus notas en la mochila. Pero lo mejor que trajo, con mucha diferencia, fue un carné que lo acredita como observador de nubes; no hay distinción ni título más útil para una ciudad como Santiago, donde las nubes, desafiantes, bailan a diario por encima nuestras cabezas.

A la gente del mar le basta con una mirada al horizonte para intuir si mañana podrá salir a faenar. Saben cuándo baja y sube la marea, y solo con el olfato pueden predecir cualquier temporal. Nosotros, en Santiago, salimos de casa cualquier mañana y, sin darnos cuenta, podemos regresar al portal a los dos minutos como si el vecino del primero nos hubiera vaciado un cubo de agua en la cabeza.

Mi hijo pequeño ya sabe lo que son los cirros, los cúmulos y los estratos. Cada tipo de nube tiene un significado. Por ejemplo, cuando los cirros invaden el cielo puede estimarse que en las próximas 24 horas se producirá un cambio brusco del tiempo, con descenso de la temperatura. En un sitio como Santiago, azotado por las borrascas, no está de más saber eso, pero no tenemos ni idea. A ver cómo le explico yo a mi hijo pequeño que, en realidad, somos nosotros, los adultos, los que estamos en las nubes.