El apagón

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

05 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Evaluemos la modernidad de un país, el funcionamiento de sus infraestructuras y sus servicios públicos, el engranaje, en fin, que hace girar la rueda segundo a segundo, día a día, para que las personas puedan desarrollar su vida con plena normalidad, también en esos períodos de tiempo -afortunadamente breves- que se nos presentan de cuando en vez como para poner a prueba nuestra capacidad de reacción y la resistencia de todo el sistema. Son circunstancias excepcionales que casi siempre tienen que ver con la meteorología adversa en un rincón de la Península por donde se empeñan en entrar en Europa todo tipo de ciclones, ciclogénesis, huracanes, temporales y demás ventoleras y chaparrones de nombres -masculino o femenino, familiarizamos la catástrofe- que rutinariamente esperan su turno en un listado por riguroso orden alfabético, se pasean y luego se pierden en la memoria de las hemerotecas dejando un reguero de destrozos. Desde el lejano Hortensia que despertó la conciencia de nuestra endeblez en 1984 al Kurt que acaba de sacudirla, algo hemos progresado, pero debemos preguntarnos si en medida equiparable a los avances de todo orden que se han producido desde entonces. Cuando un temporal nos vuelve la vida del revés porque se rompe el cordón umbilical eléctrico o telefónico que la alimenta y se tarda tres días en volver a conectarlo, cuando los equipamientos públicos salen literalmente volando, cuando hay que escapar corriendo con el abuelo para enchufar su respirador a una red segura porque se han agotado las baterías y no hay alternativas en la oscuridad... Cuando esto pasa, no hay duda: el apagón es del sistema.