Las Marías y la biopsia líquida

Emma Araújo A CONTRALUZ

SANTIAGO

24 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El día que los Reyes Magos me regalaron una Nancy mulata e intenté poner cara de póker para disimular mi desconcierto es muy probable que en algún lugar inapropiado de mi cerebro comenzara a incubarse la sensación de ser lo que se dice una niña rarita. Los años me han ido dando la razón en eso de las diferencias, si bien es cierto que, en algunas ocasiones, cuando echo la lengua a pastar me doy cuenta de que hay quien comparte alguno de mis desvaríos.

Lo bueno de este oficio es que la realidad te bombardea con insistencia y es fácil que la caja de Pandora se abra aunque una no quiera. Así ocurrió hace poco más de un mes cuando el CHUS anunció una campaña para recaudar dinero e investigar sobre la biopsia líquida, una técnica, decían los expertos, «destinada a revolucionar la oncología» y para la que necesitan medio millón de euros, cifra baladí si la comparamos con cualquier prebenda que pulula por los juzgados que investigan casos de corrupción. Desde el día de ese anuncio no dejo de preguntarme por qué nadie ha abierto el debate de cómo es posible que un proyecto de investigación que salva vidas y ayuda a combatir el cáncer necesite donaciones de particulares, como si para eso no estuviese la Sanidad pública.

Superado el estupor de enero y en plena ignominiosa sangría de asesinatos machistas, a la rarita que llevo dentro también le escama que la historia de Las Marías de Santiago, víctimas de una violencia de género en la que el ámbito familiar de su desgarradora historia era esta ciudad, necesite mecenazgo para ver la luz.