Una seria libreta cuadriculada

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña CRÓNICA

SANTIAGO

19 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es misión imposible encontrar en el casco antiguo de Santiago una libreta cuadriculada con alambre seria. Es decir, que no sea un recuerdo de Compostela ni tenga macacos televisivos que la encarezcan. Y sin embargo, casi todos los que vivimos en Santiago necesitamos libretas cuadriculadas serias, porque no vamos a ir por ahí a una rueda de prensa con una tipo suvenir ni a tomar notas en un despacho de abogado en un bloc inundado de dibujitos infantiles. Es necesario salirse del laberinto del casco histórico para dar con una papelería tradicional en la que vendan cuadernos formales y bolígrafos BIC. Lo mismo pasa con las bombillas, y con un sinfín de productos de primera necesidad que los compostelanos tenemos el vicio de usar, como la mayor parte del resto de los mortales.

Hay, sin embargo, bombillas y enchufes y tornillos en una vieja ferretería de Quiroga Palacios tras cuyo mostrador uno esperaría encontrarse a su viejo propietario. Pero no, la atiende un argentino que cogió el traspaso y que admite que el negocio no da para alegrías, pero que al menos come, algo complicado en su país de origen. Camino de la carballeira de San Lourenzo hay también una tienda de toda la vida en la que se pueden comprar sabrosos y vistosos productos de las huertas vecinas. El encargado no habla en gallego, como esperaría el despistado cliente, sino en un castellano porteño que denota sus orígenes, aunque lo mismo vende con un sorprendente desparpajo los grelos de Cacheiras que las empanadas de Roxos.

Qué duda cabe que todo padre desea lo mejor para sus hijos y que, viendo el lento declive de su pequeño negocio, es lógico que le anime a estudiar o a buscar trabajo en una cadena de supermercados porque la tienda que lo alimentó y lo vio crecer ya no da para más. Pero también es verdad que, seguramente, ese mismo padre y también su hijo se lamentarán viendo morir su barrio al mismo ritmo que se cierran las puertas de los bajos y los carteles de «Se traspasa» inundan las calles.

Hay en el área de Santiago 539 jóvenes menores de 25 años que buscan trabajo. Quizás no todos puedan ser funcionarios; quizás no todos encuentren empleo en una multinacional. Quizás deberíamos ser algo más atrevidos y echar un vistazo a esas ayudas que hay para facilitar el traspaso intergeneracional en los negocios que insuflan vida a los barrios tradicionales antes de que agonicen para siempre. O quizás no, quizás tenga razón el padre que animó a su hijo a estudiar o tenga razón el hijo que decidió emigrar. A lo mejor la ferretería acaba cerrando y el de la tienda de alimentación se tiene que volver a vender tomates en el Río de la Plata. Pero lo que está claro es que en Santiago seguirá haciendo falta un cuaderno cuadriculado serio y una bombilla.