«A Banda Municipal de Santiago é un Rolls Royce con tres rodas»

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Con plaza como segundo director, Casiano Mouriño ejerce de líder de la formación a falta de titular

15 may 2017 . Actualizado a las 09:57 h.

¿Hace cuánto tiempo que no escucha a la Banda Municipal de Santiago? Si piensa que es una formación musical del gusto exclusivo de la gente mayor y que solo se dedica a perpetrar pasodobles y zarzuelas, vive muy alejado de la realidad. Casiano Mouriño es, en parte, responsable de una nueva línea de trabajo que ha logrado modernizar el espíritu de la Banda, sus objetivos profesionales y ciudadanos y su sentido final como servicio público a cargo de las arcas municipales. El «en parte» tiene que ver con la concepción de «equipo» de este músico nacido entre los viñedos del municipio de Meis y que se empeñó en ser músico relativamente tarde, con 13 años.

Su plaza en la formación compostelana es de segundo director, lo que en teoría le debería permitir limitarse a tocar su instrumento y a ayudar al titular en la preparación de conciertos y la gestión del grupo, pero las peculiares circunstancias de la Banda de Santiago le ha obligado a tomar las riendas de forma interrumpida entre los períodos de Santos Bartolomé, Seráns y Romero Llopis, que dimitió hace un año ante la falta de recursos humanos que permitiesen, a su juicio, hacer una labor musical digna.

En el plano estrictamente laboral poco ha cambiado. Mouriño lidia semanalmente con una banda mermada en la que, asegura, se han superado momentos de tensión y mal ambiente. Prefiere no perder ni un minuto en cuestiones políticas porque lo suyo es la música, aunque la falta «un oboe, un trompeta máis, un fagot, que non temos, e outro percusionista» le obliga a trabajar más de la cuenta en cada programa. «Somos un Rolls Royce con tres rodas», ejemplifica, poniendo en valor la profesionalidad de sus compañeros y los lastres que arrastran por la falta de personal, las bajas y dos jubilaciones inminentes. Son 37 y lo «ideal» es que rondasen los 45, como ocurre en A Coruña, la única ciudad gallega que, como Santiago, cuenta con una banda municipal y una orquesta.

Hermana de la Filharmonía

A pesar de que la Banda compostelana se fundó en 1849, la todavía joven Real Filharmonía ejerce de hermana mayor y vecina de ensayos en el Auditorio de Galicia. Para Mouriño, su modelo de gestión es el que hay que implantar también en su formación, adaptándose a las necesidades: «Cando precisan un instrumento concreto, o contratan», describe. Del nivel profesional de los integrantes no tiene queja. Es más, cree que está en su mejor momento histórico, pero pocas aventuras se pueden abordar cuando faltan instrumentos esenciales. Eso no quita que todas las semanas trate de abrir el grupo a nuevas experiencias, como compartir piezas con cantantes, entrar en terrenos como la música de cine o compartir escenario con niños de escuelas infantiles de danza, una apuesta que llenó el Principal.

Lo más doloroso para este músico vocacional es el «papeleo» administrativo. Permisos, ausencias, calendario laboral, contratos de altas, bajas... «son coma un xefe de servizo do Concello», resume. Entrar y salir del primer plano de la Banda no es un problema para él, pero admite que no es lo mismo la labor que pueden hacer los titulares, con él en la recámara, que lo que hace en la actualidad, que es afrontar en solitario todos los problemas.

Las polémicas que rodean periódicamente a la Banda incomodan a Mouriño, pero le molestan más algunos tópicos, como el de que trabajan poco. En condiciones normales tocan una vez a la semana, pero los ensayos son diarios para preparar los programas, «e despois está a práctica individual para dominar a técnica do instrumento, que é moi complicado de conseguir e moi doado de perder».

Treinta años en Santiago

Casiano Mouriño exploró en su árbol familiar y solo encontró algún primo lejano y un tío abuelo en Argentina que se dedicaran a la música. Por eso agradece a su padre que desde Meis lo llevase en moto cuando se lo pedía a escuchar a la Banda de Lantaño, en Portas. Llegó a Santiago hace treinta años, pero antes hizo la mili en Marín, en la banda de la Escuela Naval, pero «o militar non me gustou».

Cuando se hizo con la plaza de saxo barítono en Compostela, el profesor García Abril le recomendó que mirase más alto y que estudiase para director en Valencia. Le costó un esfuerzo personal grande porque ya estaba casado con su mujer, una gallega de Ribadumia hija de emigrantes en Alemania con la que se instaló en Fontiñas, pero valió la pena. La pareja -tienen dos hijos «compostelanos» de 23 y 20 años- estrenó prácticamente el polígono en el 93, pero cuando tuvieron oportunidad no se fueron muy lejos, unas calles más abajo. «É un barrio moi completo», afirma.

Sensación de provisionalidad

Entre Fontiñas, el Auditorio de Galicia y el casco histórico discurre la vida de Mouriño, que ya no se ve en otro destino. Rápido y espontáneo en la palabra, pero siempre muy comedido en sus reflexiones, no oculta cierto hastío por vivir con sensación de provisionalidad, pero entiende que para una Banda son fundamentales los ciclos en la dirección, «renovarse cada catro ou cinco anos, que é bo para todos». Y también echa de menos algo que no le dieron en su etapa de formación como músico: «A psicoloxía. Aquí cada un é do seu pai e da súa nai, pero como director tes que sacar o máximo rendemento de cada un, e iso só o aprendes no día a día».

Nombre. Casiano Mouriño (Meis, 1966).

Profesión. Músico y segundo director de la Banda Municipal de Santiago.

Rincón elegido. La plaza de Praterías, «porque é o noso escenario na temporada de verán e a nosa música é a carta de presentación ante centos de turistas»