Pedro

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

23 nov 2019 . Actualizado a las 14:03 h.

Paso a menudo con el coche por el cruce de Concheiros y desde hace unas cuantas semanas me encuentro con Pedro Angelina Inegbenosum, un inmigrante nigeriano de sonrisa perpetua pese a lo azaroso de su vida, como ha relatado maravillosamente en la contraportada de este diario de ayer mi compañero Mario Beramendi. Pedro vende clínex mientras espera un trabajo que no le acaba de llegar. La primera vez que bajé mi ventanilla para atender a su oferta quería darle cinco euros, pero en la cartera apenas me quedaban unas monedas que él recibió agradecido. Incluso pretendía darme dos paquetes de clínex pese a que apenas le había entregado un euro y pico. El gesto me pareció el de un hombre bueno. Después me enteré de que era el mismo que había salido en todos los periódicos en Sevilla porque devolvió a la policía un maletín con 3.150 euros que encontró en la calle. Aquello me confirmó que Pedro es de fiar. Tiene 38 años, pero lleva veinte en España y ha trabajado de muchas cosas, sobre todo en la construcción. Su integridad moral es toda una paradoja en un país en el que muchos españoles se rieron de él por no quedarse con el dinero que encontró. Si fuese empresario, querría a Pedro conmigo. Porque alguien que tiene trabajar en el número uno de su lista de deseos y una integridad contrastada a prueba de fuego tiene que ser a la fuerza un buen empleado. Me encantaría dejar de ver a Pedro en Os Concheiros y que fuese porque alguien ha decidido darle la oportunidad que merece. Mientras tanto, espero que la próxima vez que baje mi ventanilla pueda darle algo más que calderilla. Eso también se lo merece.