30.000 fiestas

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

02 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que, confiemos, empezaremos a ver luz al final del largo túnel de la pandemia por gracia de las vacunas, no estaría de más resetear aspectos de nuestros modos de vida para dar pasos adelante que de otra forma, sin situaciones límite como la que nos ha tocado sufrir, tardaríamos mucho tiempo en pensar y, más todavía, en asumir y ponernos manos a la obra. Unos son tan esenciales, íntimos e intransferibles, como el orden de prioridades cotidianas, otros tan colectivamente necesarios como la forma en que nos organizamos para producir o, simplemente, para divertirnos. Anclada en la tradición o abocada a la trivialidad, la fiesta no requiere competir por fondos de reconstrucción como los que supuestamente modernizarán la industria ni reciclar mano de obra ni otros complejos objetivos de medio o largo plazo, sino de aquí y ahora. No se trata de volver a la fiesta rachada para celebrar que seguimos vivos ni de recuperar, porque sí y a cualquier precio, lo que había. Ahora que los concellos y las comisiones de fiestas valoran si la posible suavización de las restricciones sanitarias les permitirán resucitar pronto, tal vez este verano, lo que el covid interrumpió de sopetón y los más ansiosos están convocando ya versiones restringidas de lo que eran comilonas masivas, podrían pararse a pensar si conviene darle una vuelta para hacer algo más y mejor que enchenta, bebedeira y chunda chunda, una esmorga institucionalizada. No confundir con el final de la verbena, que la música no debe faltar, si es buena y acerca a la gente, sino de aportar valor cultural y de descubrir los encantos de los treinta mil pueblos de Galicia a través de sus fiestas, porque no van a renunciar a ellas. Ni falta que hace.