La cola

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No es este un verano para experimentos turísticos sino para conservar en la mayor medida posible lo que fue y lo que, seguro, volverá a ser pronto uno de los pilares de la economía compostelana. Con los -esperemos- últimos estertores del virus dando excusas en los mercados emisores para levantar restricciones y nuestras empresas luchando por evitar el derrumbe, sería absurdo intentar construir nuevas bases para reordenar la actividad turística en Santiago, aunque algunos políticos tengan que morderse la lengua para no pronunciar, de momento, palabras como sostenibilidad, ordenación de flujos, tasa turística, parque temático y otras que, en mayor o menor medida, en un año normal, harían temblar al sector. Tampoco trasciende el eterno objetivo de ampliar los tiempos de permanencia de los visitantes ni se han diseñado propuestas novedosas para conseguirlo. El año santo y el Xacobeo son motores ciertos de salvación, el Camino de Santiago una garantía revalorizada, y la Catedral un poder de atracción vigoroso como nunca tras una década en restauración, una maravilla que asombra y redescubren incluso quienes creían saberlo todo sobre ella. Nada cambia ni falta que hace, cuando la lucha es de supervivencia y los hosteleros están al borde de un ataque de nervios a la espera del siguiente diario oficial. No hay indiferencia, sino una sensación de alivio, ante la reedición del relato que era la cantinela de los veranos precovid: la avalancha desde la costa en días de lluvia, con atascos y párkings a rebosar; las crecientes estadísticas de compostelas expedidas, aunque aún no sean de récord; los grupos de parroquias a voz en grito en el Obradoiro, o las colas kilométricas para entrar en la Catedral. Una novedad perceptible está en el perímetro más próximo a la basílica, por la reciente expulsión de ambulantes de toda condición. Sin embargo, la feria continúa dentro: con el Pórtico de pago y entradas agotadas, el altar mayor es la gran atracción ante decenas de cámaras de móviles rivalizando en primera fila. «¿Es esta la cola para abrazar al Apóstol?», pregunta en el deambulatorio una turista despistada. Sí, contesta el último de la fila que baja al sepulcro. Vale. Tal vez podríamos empezar por ahí.