Viaje al punto exacto donde el río Ulla une tres provincias

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

partiendo de Melide surgen dos maneras de ir, pero ambas tomando la carretera que, en el centro de la villa, invita a ir al sur, hacia Agolada

27 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Al río Ulla le ha tocado ser límite administrativo entre las provincias de Pontevedra y A Coruña, aunque con un tramo en el cual no cumple ese papel. Esas cosas no importan mucho a la hora de planificar una excursión, desde luego, pero sí encierran un fuerte carácter simbólico. Como lo encierra también el lugar exacto donde, procedente de Lugo, el Ulla entra en A Coruña y al que es posible acceder desde Arzúa (dando unas cuantas vueltas) o desde Melide (de manera más directa).

A su vez, partiendo de Melide surgen dos maneras de ir, pero ambas tomando la carretera que, en el centro de la villa, invita a ir al sur, hacia Agolada. Una es coger el desvío a la izquierda antes de salir del núcleo urbano rumbo a Reboredo y O Castro, y marchar por un asfalto más estrecho que tiene la curiosidad de que pasa por Vimianzo. No por la localidad de la Costa da Morte, claro está, sino por una aldea homónima.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Y la otra es seguir por la carretera ancha y a los diez minutos, en Chorén, inclinarse de nuevo la izquierda a Barazón Grande (señalizado), dejar a la diestra una parada de bus que debe ser la más ruin de Galicia, descender al valle, cruzar el río Furelos (tan ligado al Camino de Santiago, por otra parte), dejar atrás una amplia área recreativa con unos columpios y plantarse en Barazón Grande.

Si el tiempo es un poco justo, mejor esta segunda opción y, en cualquier caso, ambas rutas se unen en esa aldea, que desde lejos se ve con casas grandes y con una enorme granja a la diestra.

Algunas indicaciones grises y prosaicas, pero necesarias: a la llegada a Barazón Grande aparece una bifurcación. De frente se interna el recién llegado al centro de la aldea, que no encierra nada especial, así que elíjase la derecha para circunvalarla. Por ahí no hay que detenerse hasta el final, donde muere la pista cerca de un lavadero irrelevante, y elegir de nuevo la diestra. A la misma mano inunda la retina un paisaje verde, muy verde, precioso.

A los 600 metros, en un cruce de pistas, procede parar para leer un cartel sobre los endemismos de la zona, entre los que destaca la magarza de Barazón. Realmente una lección de flora muy interesante.

Y poco después se evita el desvío a una zona privada y se continúa por la pista. Hasta ahí llega el coche, y a partir de ese punto, en una curva cerrada, no queda otro remedio que oxigenar los pulmones y continuar a pie medio centenar de metros escasos para luego descender un poco a la brava. Y allí abajo está el Ulla, muy crecido estos días por lo que se impone prudencia y no acercarse a tocar el agua: la foto a una decena de metros de la orilla sale exactamente igual de bien. Ahí está el punto exacto donde se unen las provincias de A Coruña, Lugo y Pontevedra.

Pero sin duda al visitante antes le ha llamado la atención el edificio que ocupa en esa zona privada. Es el conocido Muíño das Canizas. Frente a él, otro panel de grandes dimensiones informa que por ahí pasa el Pequeño Recorrido Galego (PRG) número 226, el Sendeiro da Beseña. Un sendero que es posible seguir en estos días invernales: no está especialmente embarrado, aunque, por supuesto, tampoco seco.

De vuelta, a la altura del panel de los endemismos arranca a la diestra una pista idónea para volver a estirar las piernas de manera, además, cómoda. Desde ella se observa una buena panorámica de las tierras relativamente altas de Pontevedra y las más bajas de A Coruña que aquí, en este entorno, se llaman Santiso, un municipio eminentemente rural y de una gran belleza. E injustamente olvidado por el turismo sostenible.