La historia del cristal roto en la torre de control de Santiago: casi dos años de trámites y un contrato de 111.000 euros para reponerlo

s. lorenzo SANTIAGO / LA VOZ

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CONTROLADORES AÉREOS

Tras dos licitaciones fallidas y un primer intento que fracasó por un error en la fabricación del vidrio, la adjudicataria debe reponerlo esta primavera

31 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Como quien monta un mueble en casa y recibe una balda sin agujeros en los que insertar los tubillones o con la tornillería sin la llave Allen adecuada. Así de rocambolesco fue hace diez días el desenlace del primer intento de Aena para sustituir uno de los paneles de vidrio del fanal de la torre de control del aeropuerto de Santiago. La tarea fracasó por lo que oficiosamente se describe como un problema de fabricación y que en realidad fue que las medidas del cristal no se ajustaban a las del hueco en el que debe colocarse. Este episodio es la guinda cómica a un proceso de reposición de un vidrio roto que ya nació torcido y que, tras dos licitaciones fallidas y un contrato de 187.550 euros que fue adjudicado en 111.283, sigue pendiente de resolver cuando han pasado ya casi dos años desde su inicio.

La historia del cambio del cristal de la torre de Lavacolla se remonta al verano del 2022. Aena encargó entonces un primer estudio sobre el motivo de la ruptura interna del vidrio, que situó el origen del problema en la climatología. En el primer intento de licitar las obras para reponerlo se estimó el presupuesto en unos 40.000 euros, aunque finalmente salió a licitación en noviembre del 2022 por 60.000. Aquel proceso quedó desierto. También el segundo, en la primavera del 2023 y con un presupuesto de licitación que creció hasta 143.000 euros. Finalmente, en julio del 2023 tuvo lugar la tercera licitación, que derivó en la adjudicación con ese presupuesto de 187.550 euros (155.000 sin impuestos). Con la licitación, publicada en la plataforma de contratos del Estado, se adjuntó un prolijo pliego de prescripciones técnicas que, entre otros muchos datos, precisaba que el cristal se encuentra a 51 metros sobre la rasante del terreno, en la zona norte del fanal de la torre de control.

40.000 euros en grúas

Ya entonces el gestor aeroportuario advirtió que no disponía de documentación técnica sobre el vidrio: «Esta comprobación debe hacerse previo pedido del material, así como la retirada previa del vidrio existente, el suministro de uno nuevo de características equivalentes, y su completa instalación en la misma ubicación». Además, el documento hacía constar que la empresa adjudicataria debe asumir todos los gastos para que las actuaciones «discurran en óptimas condiciones cara a garantizar la seguridad aeroportuaria». En el pliego se detallaban los distintos sumatorios del proceso de ejecución. El importe del vidrio —«laminado, multicapa, incoloro, con cámara de aire» y unas medidas de 3,5 por 2,1 metros— ascendía a 46.000 euros, aunque en realidad son dos cristales de 23.000 cada uno. Solo el informe de sus características técnicas suma 1.000 euros más, el desmontaje del vidrio roto son 10.000 euros, la colocación del nuevo cuesta 12.000, el andamiaje en el fanal supone 25.000 y las grúas, 40.000, por citar las partidas más costosas.

A esa licitación concurrieron cinco empresas y, finalmente, Aena adjudicó el contrato a la pyme Blas Torres Gutiérrez SL, que presentó una oferta de 111.283 euros (impuestos incluidos). Esta firma con sede en Mancha Real (Jaén) tenía inicialmente hasta el 2 de febrero pasado para realizar la reposición del vidrio, pero ante la imposibilidad de cumplirlo se aprobó una modificación del contrato por la que el plazo de instalación pasó de dos meses a cuatro. Así, la adjudicataria dispone hasta principios de junio para culminar el cambio del vidrio.

El primer intento fallido para instalar el nuevo supuso el despliegue de un importante operativo. Además de movilizar una grúa capaz de llegar hacia ese punto del fanal situado a 51 metros de altura sobre el suelo, la tarea requiere que se realice de noche, para que no tenga incidencia en la normal operatividad del aeropuerto. Precisamente, el personal que trabaja en la torre de control ha ido relatando con sorna y puntualidad las vicisitudes del proceso en las redes sociales de controladores aéreos. Pero la historia todavía no ha terminado y su final sigue abierto.