Un problema de salud puso en pausa la vida de Lorena do Merlo, que regresó a casa y empezó de cero como fotógrafa

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

BOQUEIXÓN

DANI DÁVILA

Esta boqueixonesa, con estudio en Ames desde hace 8 años, tiene una sensibilidad especial inmortalizando emociones y disfruta haciéndolo en sus reportajes de boda

16 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Nacida hace 43 años en Camporrapado (Boqueixón), Lorena González Vázquez siempre quiso volar y ver mundo. Estudió Imagen y Sonido en Vigo y luego haría Publicidad en Segovia. «Acabé la carrera en un mal momento, en plena crisis económica, y me puse a servir copas y cuidar niños antes de mi primer contrato. Aquí no había trabajo de lo mío y fui una de los muchos camareros que pasamos por el pub Momo [en Santiago]. Pensé que, para poner copas, podía hacerlo en Irlanda y, de paso, aprendía inglés. Estando allí fue cuando me llamaron para trabajar con una cadena de televisión española», cuenta. Pasó 11 años fuera de casa, trabajando como cámara y realizadora en canales autonómicos y nacionales, hasta que un día se frenó en seco este sueño, relata: «La vida decidió darle por mí al botón de pausa y, por motivos de salud, tuve que dejar la cámara en el suelo. Nunca antes me había puesto mala, pero en una conexión en directo sentí un dolor de espalda tan grande que me dejó trabada y no me podía mover.

Tenía una escoliosis muy profunda desde hacía bastante tiempo, que fue yendo a poco a más sin que nadie se diese cuenta. Entonces las cámaras no eran como las de ahora, pesaban diez kilos y pico, por lo que me tuve que plantear si merecía la pena continuar con todo lo que supondría. Yo siempre fui un poco trotamundos y en mis planes nunca estuvo volver a Galicia, pero decidí soltar y regresar a casa con los míos para decidir qué hacía con mi vida».

Retornó a la casa paterna, a la casa «do Merlo», un sobrenombre familiar que ella adoptó con orgullo para firmar sus trabajos en el mundo audiovisual. Allí pasó «de lo inmediato a lo hecho a mano», de cien a cero, y el tiempo parecía detenerse mientras pensaba cómo empezar de cero. «Entonces comencé a interesarme por la fotografía. Hice un curso con dos chicos muy reconocidos en el que descubrí cuánto había evolucionado este mundo, en todos los sentidos. Las fotos de eventos habían dejado de ser las típicas imágenes posadas de antes y eran algo mucho más parecido a lo que yo hacía, al fotoperiodismo», continúa Lorena, quien decidió invertir lo que tenía para comprarse un buen equipo y montar su propio estudio en O Milladoiro (Ames), especializada en el reportaje de celebraciones, principalmente en bodas, bautizos y comuniones, algo que «me encanta». Cuando emprendió, «tenía más miedo que conocimiento», asegura. Incluso su padre pensaba que se iba a estrellar, pero no fue así.

Hace 8 años de aquello «y no me arrepiento de haber dado el paso», dice Lorena, aunque confiesa que para sacar este proyecto adelante se dedicó a él en cuerpo y alma. No se olvida de la primera pareja que confió en ella las fotografías de su boda, «a pesar de mi poca experiencia»: Pablo y Laura, casados en la iglesia de Conxo y con banquete posterior en Los Robles, quienes siguen siendo sus clientes. Hoy, calcula, habrá hecho un centenar de enlaces en distintos rincones de Galicia, en los que Lorena do Merlo saca a relucir una sensibilidad especial a la hora de inmortalizar las emociones: «Yo siempre tuve cámara de fotos, pero la utilizaba para sacar fotos a mis amigos. Lo que más me gusta de esta profesión es la parte emocional. Tengo una compañera que me dice que gestiono emociones externas. Al final, no dejas de trabajar con una familia que atraviesa un momento muy importante de sus vidas y, a nivel emocional, en las bodas pasan cosas que no ves en otro tipo de celebraciones: todo el mundo está súper sensible, todos quieren compartir la felicidad de la pareja, hacen lo que haga falta para que todo salga perfecto y las familias se unen».«Mi mirada es personal, silenciosa, cercana y en ocasiones con un toquecillo de humor», afirma esta fotógrafa, quien reconoce sentir debilidad por las abuelas. La suya, María, ya es conocida a sus 97 años por los retratos y bonitas dedicatorias que comparte Lorena en su perfil profesional de Instagram.

«Mis clientes ya me suelen preguntar por ella», comenta entre risas. Entre sus últimos proyectos está su primera exposición fotográfica, que verá la luz este verano. Explica la boqueixonesa que entendió durante la pandemia que ella «necesitaba el mar para vivir» y el año pasado se mudó a una casa con vistas a la playa de Aguieira (en Porto do Son). Allí lleva desde octubre trabajando con la cofradía de Portosín para esta muestra, dedicada a la pesca de cerco, la cual se inaugurará el 6 de julio en la Casa da Cultura de Portosín.

De forma paralela, indica Lorena, están grabando un documental: «Sí, increíblemente he vuelto a coger la cámara y a dirigir, que es algo que no pensaba que haría más. Pero este es un proyecto que me entusiasma. Me flipa todo el mundo del cerco, el barco, el mar... y todos están colaborando muchísimo conmigo para hablar de esta profesión y de las familias que hay detrás de ella. Es algo que hoy, prácticamente, pasa de padres a hijos y todo se une a través de la historia personal. Aquí hacen campaña en el País Vasco y las mujeres no responden a la típica imagen de la viuda negra que se queda llorando en casa. Ellas tienen un papel importante y son las que arreglan las redes y aparejos».