La mujer de Melide a la que le demolieron la casa recibe un piso con alquiler social: «Estou aliviada, pero a pena lévoa»

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol MELIDE / LA VOZ

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Tres meses después de ver reducida a escombros la vivienda familiar, Chus Mosteiro firma el contrato

10 jun 2023 . Actualizado a las 21:24 h.

Cuentan Víctor, Carlos y Chus Mosteiro que sus padres vivieron en el barrio de Vista Alegre, en Melide. Fue antes de que ellos nacieran y se criaran en lo que, hasta el pasado 22 de febrero, fue la casa familiar. Los hermanos comparten el recuerdo camino de la vivienda que le garantizará a Chus un techo bajo el que vivir cuando, en menos de un año, se jubile, después de más de tres décadas trabajando, como interna, de empleada en el hogar. Es un piso por el que la mujer pagará un alquiler social. Luminoso, muy luminoso. Tanto que es casi una metáfora. Le cambió la vida, la cara, la mirada y la salud emocional. Sus ojos vidriosos están llenos de agradecimiento. Ya no muestran preocupación, ni pavor; tampoco la compasión por la que clamaba cuando, hace tres meses, la pala se comió, a bocados, la humilde vivienda en la que había invertido los ahorros de toda una vida trabajando con la idea de, una vez jubilada, regresar para quedarse a vivir en su Melide y en su casa natal.

«Estou máis aliviada, pero a pena lévoa dentro sempre», confiesa la mujer. Chus presenció, con desgarro e impotencia, la demolición de la casa que hace más de 60 años habían construido sus padres en el tramo urbano del Camino Francés. No echará en falta al vecindario. Aunque entre los residentes no le faltaron apoyos ni muestras de solidaridad —al igual que tampoco de los vecinos, en general, de Melide—, allí viven quienes denunciaron las obras que para adecentar la vivienda hizo la familia. Nunca escondieron los hermanos Mosteiro que se habían excedido de lo autorizado en la correspondiente licencia municipal. Y pese a no haber ganado terreno alguno, ni la casa edificabilidad, fue lo que determinó la sentencia en firme de derribo que finalmente ejecutó el Concello de Melide.

Superada, con el derribo de la vivienda, la angustia que asfixió a la familia desde que, en el 2019, los denunciantes solicitaron la ejecución del fallo judicial, se abrió paso la incertidumbre por el bienestar inmediato de Chus. Los Mosteiro son tajantes y valoran de un modo muy diferente las respuestas políticas que hubo a la situación. El informe que, en el 2021, elaboró la trabajadora social del Concello melidense, a petición de la familia, no sirvió de nada a ojos del gobierno melidense. «Non fixeron nada, nin unha chamada recibimos deles», reprochan. El agradecimiento familiar se ciñe, en este caso, a esa empleada municipal que, asimismo, les facilitó información de las ayudas y programas disponibles ante una situación de vulnerabilidad.

También fue la trabajadora social la que, una vez la mujer se quedó sin casa, actualizó aquel primer informe, haciendo constar esa circunstancia. Lo hizo, otra vez, a petición de la familia, que entregó el documento en el Instituto Galego de Vivenda e Solo (IGVS). En cuestión de un mes, Chus Mosteiro espera estar instalada en el piso que Abanca le cedió a esa entidad —adscrita a la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda— con la que la mujer firmó ya un contrato de alquiler social. La titular del departamento autonómico, Ánxeles Vázquez, le entregó en mano las llaves hace dos semanas. «Foron ela e Dalia —portavoz del PP en el Concello de Melide— quen miraron por nós», afirma, agradecida, la familia.

La tranquilidad de Chus es también la de sus hermanos. «Cando tiraron as casas quedei tranquilo», comenta Víctor Mosteiro. «Fue el Miércoles de Ceniza», recuerda, con nitidez, Marisol, su mujer. Como para olvidarlo. Porque no solo a la casa paterna se le metió la piqueta. La pequeña vivienda que el matrimonio había adecentado en lo que era una antigua cuadra, ubicada en el solar familiar, también acabó reducida a escombros. Pero, «non me importa», dice Víctor. En efecto, y a pesar de que su hijo disfrutaba de la propiedad los fines de semana, nunca pidió nada para él. Su preocupación era «que lle proporcionaran un piso á miña irmá». La familia, al fin, respira, aún embargados por la emoción de los recuerdos. «Aquela era a casa onde nacemos e nos criamos; aínda que lle deran unha vivenda igual no mesmo lugar, non sería o mesmo», dice Carlos Mosteiro, consciente, eso sí, de que lo verdaderamente importante «é que miña irmá ten agora para onde ir».