Conquistando de manera pacífica los altos del Golán, en Melide, que esconden un pazo y muchas vacas

Cristóbal Ramírez SANTIAGO

MELIDE

CRISTÓBAL RAMÍREZ

En el recorrido también destaca la capilla de San Xoán, con seis estupendos canecillos por uno de sus lados

04 nov 2023 . Actualizado a las 05:05 h.

Se han cumplido 56 años de la conquista del Golán por parte de Israel, dentro de las operaciones bélicas de la que pasó a la historia como la Guerra de los Seis Días. Hasta entonces era territorio sirio y desde aquel conflicto los altos los ocupan las fuerzas armadas del gobierno de Tel Aviv. Lejos de la comarca compostelana quedan, desde luego, pero ¿por qué en uno de esos fines de semana, o incluso ya vacaciones para algunos, no sería buena idea llegarse al Golán?

Pues resulta que ni es ni difícil ni caro, porque sucede que Golán es también una aldea de Melide. Curiosidades que quedan desveladas con la ayuda del profesor Fernando Cabeza, el gran investigador de la toponimia gallega: «Dicindo por diante que hai otro Golán máis, que se atopa no concello da Laracha, aí temos un nome de orixe xermánica, quizais Golla(ne), que non está documentado». Y remata: «Ese Gollane refírese a un posesor da terra na época medieval».

En eso puede irse pensando mientras pasado Arzúa, en el alto de A Portela (allí mismo, interesante lugar para aprovisionarse), nace a la izquierda una pista ancha bien asfaltada, algo comida por los bordes y suavemente ascendente, con desvíos a A Pena y Faraldo que no hay que tomar. Desde luego, esta zona es el paraíso del eucalipto —con un buen bosque autóctono a la izquierda y cómoda pista de acceso para dar un paseo— y de las laderas verdes, muy verdes, porque todo es prado. Y es que las vacas van a estar presentes a lo largo del recorrido, unos animales no solo muy unidos a la historia de Galicia sino que hoy en día gracias a ellos es posible saborear un buen queso de Arzúa-Ulloa.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Se angosta ese pequeño valle que tamizan los colores malvas. Y un gran castiñeiro, el último resistente ante un bosque de eucaliptos enorme, parece saludar al excursionista. Así, en descenso, se deja Arzúa y se entra en la parroquia de Golán mil cien metros después de haber dejado atrás A Portela. Mundín y Casanova parecen, al menos desde lejos, preciosos enclaves, y poco después un humilde hórreo a una mano y otro un poco más adelante indican que eso es O Campo da Capela. Conste que a los 300 metros fue erguido otro hórreo a la derecha, de tres pies y realmente notable. Y así se llega al final, porque la carretera acaba ante un pazo que, aunque modificado, sigue mostrando su poderío y esbeltez, con una gran finca por la parte de atrás donde el ganado vacuno vive a su aire.

Y en las inmediaciones de ese pazo arranca una pista hacia Casanova pero rápidamente invita a ir a la iglesia. Ese desvío tiene solo trescientos metros en fácil bajada, para encontrar primero un cruceiro que no se encuadraría en el capítulo de los sobresalientes, con una base de un solo nivel.

Capilla
Capilla CRISTÓBAL RAMÍREZ

No, la sorpresa no está ahí, sino en la inmediata capilla, la de San Xoán de Golán, que en principio parece muy simple y, además, la visión de la parte trasera del pazo parece atraer al recién llegado. Y lo hace, pero sería imperdonable no dar la vuelta al edificio religioso, porque muestra seis estupendos canecillos por uno de sus lados, con una ventanita que algunos sitúan en el prerrománico y la mayoría asegura que es posterior. Desentona, desde luego, el reciente campanario de cemento, material que no suele ser compatible con la historia. La fachada, sencillísima y sin ornamentación. Hay tumbas en el suelo y es buena recomendación que alguien se encargue de cortar la hierba más a menudo de lo que se hace. En cualquier caso, un magnífico lugar para poner punto final a la excursión.