Estos tres hermanos compostelanos están detrás de la primera tarta de Santiago con sello de Galicia Calidade

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

O PINO

Joaquín, Paula y Ana Rodríguez (de izquierda a derecha) dirigen Tartas La Abuela. La empresa comenzó a rodar elaborando tarta de Santiago, que sigue siendo su producto estrella, aunque también hacen otros dulces con los que tratan de «poner en valor la materia prima que tenemos en Galicia», como en su tarta de orujo y de licor café o en sus individuales de queso de Arzúa con membrillo.
Joaquín, Paula y Ana Rodríguez (de izquierda a derecha) dirigen Tartas La Abuela. La empresa comenzó a rodar elaborando tarta de Santiago, que sigue siendo su producto estrella, aunque también hacen otros dulces con los que tratan de «poner en valor la materia prima que tenemos en Galicia», como en su tarta de orujo y de licor café o en sus individuales de queso de Arzúa con membrillo. CEDIDA

La empresa, emplazada en O Pino, se fundó en 1981 en torno a este postre típico y hoy ofrecen casi 200 tipos de productos

07 feb 2024 . Actualizado a las 10:49 h.

Todo comenzó con una recomendación médica. Ese fue el punto de inflexión que llevó, en el año 1981, al outiense Joaquín Rodríguez Lestayo a cambiar de vida y fundar la empresa Tartas La Abuela junto a su mujer, Ana María Piñeiro, y su hija mayor, Ana. «Los orígenes de esta empresa son fruto de la casualidad o de la salud, según lo mires... Mi padre procedía del mundo de la confección. Tenía una fábrica en San Lázaro de ropa para niños, pero era un negocio donde se pagaba mal y a deshora, estaba esperando siempre por un giro y si cambiaba el tiempo te devolvían el género. Él tenía problemas de corazón y su cardiólogo le dijo: ‘O dejas esto o esto acaba contigo'. Como siempre fue muy cocinillas, dándole vueltas a las opciones que tenía para rebajar el estrés, decidió tirar por el tema de la alimentación», relata su hijo Joaquín Rodríguez Piñeiro, quien hoy elabora junto a sus hermanas Ana y Paula la primera tarta de Santiago certificada con el sello de Galicia Calidade, la cual sigue siendo fiel a la receta original.

Este fue el dulce con el que se abrió camino la empresa familiar, de una forma muy humilde, cargando el coche de su padre cada mañana de tartas para que este fuese ofreciéndolas por restaurantes y panaderías. «Él tenía espíritu comercial y volvía con el dinero en el bolsillo de lo que vendía», apunta su vástago. Al poco tiempo empezaron a diversificar la línea de productos, sin perder nunca de vista las dos máximas que han regido su trabajo desde el inicio, «la calidad y una elaboración de forma artesanal», añade. Actualmente hacen cerca de 200 tipos de dulces (incluyendo los que elaboran fuera de catálogo, a medida) y han pasado de tener una plantilla de 4 personas a ser 36.

Explica Joaquín que a comienzos de siglo se mudaron a unas nuevas instalaciones porque las anteriores «ya no daban para más» y Tartas La Abuela se ubica desde entonces en el lugar de Cimadevila, en O Pino, un concello en el que recibieron su llegada «con los brazos abiertos» y dándoles todo tipo de facilidades, destaca. Cuando surgió la necesidad de trasladarse, recuerda, Santiago andaba escaso de suelo industrial e hizo que acabasen comprando una finca en otro ayuntamiento. Y en el 2006, cuando falleció el fundador, fue cuando tres de sus cuatro hijos cogieron las riendas del negocio (la menor, Pili, se dedica a otras cosas). La tarta de Santiago —con indicación geográfica protegida desde el 2008— sigue siendo la estrella de la casa y sacan entre 50.000 y 60.000 unidades anuales, que se distribuyen mayoritariamente dentro del territorio autonómico (una tercera parte viaja a otras comunidades), al contrario de lo que sucede con el resto de las tartas, pasteles o postres que producen.

«Nosotros consideramos el sello que Galicia Calidade nos acaba de entregar como un premio, ya que es algo que ni buscamos ni pedimos. Nos vinieron a buscar ellos, porque hacíamos uno de los productos más representativos de la gastronomía gallega, y es un reconocimiento al trabajo bien hecho», sostiene Joaquín.