La llegada del nuevo alcalde a Santa Comba abrió un período ilusionante tras los movimientos de meses y años pasados. Sus primeras declaraciones fueron bálsamo en una sociedad local agitada. A la nave subía un buen capitán. Pero sus recientes manifestaciones apoyando la movida nocturna en su concello causaron alegría en pocos y estupor en la mayoría. Porque eso es pan para hoy y hambre para mañana. Pensar que un municipio rural gallego pueda potenciar una movida que trae más disgustos que beneficios es populismo puro, incitar al consumo de alcohol y a un sistema de ocio periclitado, insostenible y sin futuro alguno. No solo la Guardia Civil se habrá deprimido al leer las declaraciones del regidor, sino la gran mayoría de sus conciudadanos.
Interesa una ganadería potente, un urbanismo respetuoso con el medio (en lo cual Santa Comba no ocupa un lugar destacado, aunque, para ser sinceros, como la práctica totalidad de las capitales de municipios gallegos), una productividad laboral alta, una sanidad de vanguardia, unos buenos centros de enseñanza (poco se puede hacer ahí, realmente, trabajando una veintena de horas a la semana), una oferta cultural variada… pero ¿movida? Beneficia a pocos y perjudica a muchos. El alcalde de Santa Comba o no se entera o ya piensa en las próximas elecciones.
Claro que en este país siempre nos queda la posibilidad de escuchar el rap rural feminista de una supuesta artista, que, decía este periódico, «con sus letras críticas y escenografía de bragas vintage tendidas al sol en sus directos se ha convertido en una de las más rompedoras». ¡Qué gran alivio! ¡Ya estoy buscando mis calzoncillos vintages para escenografiarlos mientras toco blues!