Meses de estrépito poco aptos para políticos distraídos

Xosé manuel cambeiro LA VOZ / SANTIAGO

SANTIAGO CIUDAD

22 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los escenarios electorales son salutíferos para airear las urnas y ventilar la democracia. Pero los inminentes comicios más que ventilarla la están hiperventilando. Y los excesos son contraproducentes. Por añadidura, además de detraer una nueva porrada de millones para la fiesta de la eurocracia, distrae a la constelación de municipios cuyos dirigentes estarán aquí, allá y doquier. Tras el 26-J vendrá el X-Z gallego y eso es demasiado estrépito político. Al menos, que las urnas sirvan esta vez para guardar votos fecundos y no cenizas como las del 20-D. Y que la ciudadanía sepa discernir y separar el grano de la trapaza.

Pues ya están ahí los candidatos repetidores, los que suspendieron el examen del 20-D y quieren ahora con nuevos bríos y coderas superar la reválida del 26-J. No es la misma que le exigen a los escolares, esa que implantó algún político que estaba bien de mente y de reflejos para martirizar al gentío de las aulas.

Por cierto, en Santiago, y en Galicia, se sucedieron las movilizaciones contra la reválida y estaría bien que en el nuevo tránsito administrativo en la capital, sin mayorías absolutas, se aunasen de una vez los criterios educativos. No puede ser que en cada cambio de gobierno se apilen los contenedores delante del Ministerio de Educación.

Pues eso, que los comicios vuelven a absorber los sesos de políticos y mandatarios, y el Concello de Santiago se sitúa en el ojo del huracán. Es un período de alusiones y ligazones en el que, se quiera o no, habrá un ojo puesto en Raxoi y otro en las tribunas electorales. Muchas de las intervenciones apuntarán previsiblemente al CA de Martiño Noriega y muchos desayunos comenzarán con el análisis de los mítines en lugar de con la agenda municipal del día.

Lo preocupante es la continuidad de la senda electoral, el fragor sin tregua. Que el Concello concentre la atención en el consistorio, y no la divida y ni subdivida, es responsabilidad de los munícipes, sobre todo cuando la administración de los pagos compostelanos no está aún encarrilada. Un mandato de estreno exige centrar las energías, porque las fochancas no están solo en las rúas, aunque las de las calles son suficientes para fustigar a un equipo dirigente, sobre todo si hay piernas enyesadas. La imagen de la padronesa Marisa Castelao es un símbolo del espinoso camino que le queda por recorrer a Compostela Aberta.

Líneas rojas

La cara partidaria de esta continuada paliza electoral es que Podemos y PSOE no se andan con remilgos a la hora de mantener distancias y lineas rojas. Pedro Sánchez, al que fue a presentar a Móstoles la jerarca andaluza Susana Díaz, más que nada para repasar la espalda del líder socialista, dijo estos días que «las Mareas son una sucursal de Pablo Iglesias».

Y, en este constante vade retro, uno se acuerda de que Martiño Noriega y Paco Reyes no hablan ni en la rebotica. Y en la botica se tiran los ungüentos a las cabeza. Está claro que la izquierda de Raxoi no es una y trina como se presumía al inicio del mandato. Pero el regidor tiene más suerte y garantías que sus homólogos de Ferrol y A Coruña. Es consciente de que en la capital del Apóstol puede haber una pax municipal con misiles apuntando entre CA y PSOE, pero las hostilidades nunca fraguarán en un cambio de las siglas del gobierno local. Sus otros dos colegas de marea, apoyados en el bastón de mando, no vislumbran un horizonte tan claro.

Y consciente es también Noriega de que la travesía que le queda por recorrer la tiene que navegar en solitario y entre zozobras. Percibe cómo soplan los vientos internos, e intuye como lo harán los externos tras el 26-J y el X-Z. En Galicia ha visto, por ejemplo, como Méndez Romeu le enseñó claramente los incisivos. Si un día, por efecto de las urnas, tuviera que presentarle sus respetos en San Caetano, habrá de conquistar esa plaza fuerte,

Dentro de los muros de Raxoi, y aparte de exprimir los presupuestos, procede limar altezas. PP, PSOE y BNG creen que Noriega les mira desde un caballo blanco. Y así se arriesga incluso a que alguien con propósitos le llame Palomo al equino.