Hay señales de que Santiago empieza a moverse con solidez en distintos frentes económicos más allá del turismo. Abrimos el año con buenas noticias desde el inmobiliario, que da signos claros de recuperación sin las por ahora imposibles -veremos cuánto tardamos en tropezar en la misma piedra- maneras especulativas que hace diez años hinchaban la burbuja, con iniciativas pegadas a la realidad y que contribuyen a hacer ciudad desde su legítima persecución de un beneficio. Unas de impulso puramente privado que completarán piezas urbanísticas importantes de la capital porque son sus puertas de entrada -Santa Marta, Cornes- otra codo con codo con la acción institucional -USC, Concello- para resolver un problema que se eternizaba, caso de la operación del inmueble del antiguo hospital Xeral, vital para la zona de Galeras y para todo el centro de la ciudad. Lo público y lo privado en equilibrio es la alternativa, no caben las posiciones dogmáticas que lastran el progreso. En la suma de esfuerzos, en el encuentro, está el desarrollo más sólido. Un enorme motivo para el optimismo, si no se queda en una foto y palabras vacías, es el frente común de empresarios, Xunta, Concello y Universidade para fortalecer el perfil industrial de la ciudad con sectores innovadores. Esa es la única manera: la colaboración. Dará frutos, seguro. Es la demostración de que, cuando hay voluntad por encima de las ambiciones y los intereses contrapuestos, pueden lograrse excelentes resultados. Falta movimiento en las infraestructuras pendientes, y la sociedad compostelana no puede quedarse callada: con su empuje llegará la respuesta de las Administraciones.