Dos años de obras interminables en Vista Alegre

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

El lavado de cara es visible en más de la mitad del polígono, pero 12 edificios aún siguen pendientes

26 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La transformación de Vista Alegre «está lejos de terminar, pero ya está más cerca el fin», sostiene Antonio Puga, presidente de la asociación de vecinos del barrio. Las obras en las zonas comunes, según constata el cartel que preside uno de los accesos, arrancaron en abril del 2015, pero sufrieron innumerables retrasos debido a un sinfín de circunstancias, entre las que no faltaron quiebras de empresas, cambios de proyectos para atender las reclamaciones vecinales, redacción de nuevos proyectos para incorporar espacios incomprensiblemente olvidados en planes anteriores, y hasta paralizaciones por desacuerdos con las empresas de servicios. Puga confía en que el 2017 sea el año de Vista Alegre, y que, tras los «disgustos» de las rúas Noia y San Xoán, el tramo final «ya vaya rodado».

Esta semana se reactivaron las obras de la zona que más quebraderos de cabeza ha producido a los vecinos durante estos casi dos años. Se trata del nudo de unión de la calle Noia con las de Santa Comba, Ribeira y Rianxo, en el que un enorme socavón lleva meses abierto sin que se registrara ninguna actividad debido a los problemas con Fenosa. Puga indica que solo la intervención de la Consellería de Industria logró desbloquear una situación que sacó de quicio a los vecinos.

Negocios más bajos que la calle

El otro punto conflictivo de la transformación de Vista Alegre estuvo localizado en la rúa Santa Comba, donde los comerciantes forzaron la paralización de las obras al comprobar que las puertas de sus negocios quedaban por debajo del nivel de la calle. Tras la modificación de la cota, el resultado satisface en general a vecinos y comerciantes. Incluso así, en el lugar algunos empresarios se mostraron preocupados por la reducción de plazas reservadas para aparcamiento tras la reestructuración de esta calle y de las interiores, donde no podrán estacionar vehículos.

Otra de las cuestiones que siguen sin gustar son las zonas verdes de las calles Ribeira, Noia y Rianxo, y de la plaza Álvaro Cunqueiro. La razón esgrimida por quienes las rechazan es que dificulta el paso de los coches y su parada. Curiosamente, el fin de estas zonas verdes elevadas es evitar el aparcamiento, que por ahora se realiza con impunidad. El presidente vecinal recuerda que, cuando «en Santa Comba se pueda aparcar, se pondrá la señal de prohibido en las interiores». Puga espera que el último conflicto de la remodelación del barrio sea el que surgió en San Xoán. La denuncia de un propietario obligó a paralizar los derribos programados y a convocar a las siete comunidades de propietarios para que aceptasen uno a uno el derribo. Tanto las actas de las reuniones como las firmas de los vecinos fueron entregadas esta semana al Concello, confirma Puga, pero «esta denuncia hizo que la empresa se fuera a otro sitio del barrio, y ahora hay que esperar», revela. En el entorno de San Xoán aún es visible el aspecto de Vista Alegre antes de su reforma, una imagen que casi está superada en el resto del barrio.

Al otro lado del parque lucen las nuevas fachadas. Por ahora, trece comunidades de propietarios ya fueron reformadas y disponen ahora de ascensor, cuatro están en obras o pendientes de licencias, mientras que en otras doce comunidades todavía no se han producido acuerdos con los vecinos. Puga es optimista: «Cuando todo el barrio este arreglado, todos se animarán».