La Compostela negra ya tiene su ruta

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Marta Carballo / Marco Gundín

El periodista y profesor de la USC Manuel Gago diseña un nuevo recorrido reúne los puntos neurálgicos de la historia criminal de la ciudad

19 mar 2017 . Actualizado a las 10:32 h.

Hay una Compostela blanca de luz divina. De peregrinaciones y de Apóstol. De Catedral e iglesias maravillosas. De arte. Esa es la Compostela más conocida. La que ven los turistas. Pero también hay otra negra de oscura maldad. De crímenes e injusticias. De cárceles, patíbulos y cadalsos. De muerte. Y esa es una Compostela mucho menos célebre, pero tan apasionante y vibrante como la otra y sin la cual no se puede entender la verdadera historia de una ciudad milenaria cuyos pilares se levantan sobre un enorme charco de sangre. Es a esa Compostela negra a la que a partir de ahora todos nos podemos acercar gracias al trabajo del periodista y profesor de la USC Manuel Gago, que ha diseñado una ruta que se ha estrenado esta semana en el marco del Festival Atlántica. El éxito ha sido tal que ha tenido que ampliarse y la lista de espera es tan larga que se plantean darle continuidad en el futuro.

En ese itinerario en el que se acrisolan crímenes, sangre y traiciones emergen nombres como los del herrero Xoán Tuorum, el arzobispo Berenguel de Landoira, el escritor Manuel Murguía, la bruja María Rodríguez, el estudiante Ramírez de Arellano, la prostituta Peizoca y su proxeneta Vimianzo, el noble Alonso Suárez de Deza o el capital general de Galicia Nazario Eguía y su Némesis, el boticario José María Chao.

La ruta ideada por Gago es un sugerente viaje en el tiempo que comienza en Bonaval con unos acontecimientos que se desarrollaron en el siglo XIV y que explican por qué hoy hay no muy lejos de allí una Rúa do Home Santo. El herrero Xoán Tuorum se había distinguido por su oposición al arzobispo francés Berenguel de Landoira, enviado por Roma para poder orden en el levantisco y rebelde arzobispado compostelano. Tuorum acabó condenado a muerte por ahorcamiento. La procesión subía camino de las picotas, que estaban en lo que hoy es la Almáciga. y al pasar por la capilla de Belén, el aterrorizado reo hincó las rodillas en el suelo y clamó a la Virgen para no morir ahorcado. «Foi un crime celestial, porque a Virxe fíxolle caso e matouno aquí mesmo», ironiza Gago. Probablemente, fue un infarto, pero todos los presentes interpretaron aquello como un milagro que evidenciaba que Dios estaba con Tuorum y no con el arzobispo. Así nació la leyenda del Home Santo, que fue enterrado allí mismo y sobre su tumba se erigió un cruceiro que cambió de ubicación varias veces pero que hoy luce a poco metros de allí, en la Porta do Camiño.

Del crimen político al campo de batalla, los pasos se detienen en los cantones de San Bieito. Allí, en la primavera de 1846, un soldado liberal cae muerto ante el fuego de los realistas venidos a Santiago para sofocar la revuelta gallega. Un chico de trece años es testigo de aquel hecho. Un chico llamado Manuel Murguía que cuarenta años después narró aquellos hechos en La Voz de Galicia como el primer levantamiento galeguista de la historia.

Lugar de honor en esta crónica negra compostelana ocupa el asesinato del estudiante Ramírez de Arellano. Fue un 25 de abril de 1718 en los campos de labradío en los que hoy se alza la iglesia de San Fernando. Su madre, una Sotomayor de alcurnia, erigió en su honor un cruceiro en el lugar del crimen y ordenó al cantero que colocase una inscripción. Al aplicar el cincel, al maestro se le fue la mano y la falta de espacio le hizo partir el apellido del finado sin percatarse de que con ello le condenaba a una eterna ignominia que hizo que durante mucho tiempo fuese tradición escupir y maldecir al paso por esta piedra, hoy situada junto a la iglesia de San Fiz. El texto dice: «Aquí finó Francisco José Rodríguez de Arella/no rueguen a Dios por él». Una sentencia que es la que, precisamente, da nombre a la ruta.

Y en esa ruta está también el hito de la primera carta bomba de la historia, la que en 1829 le envió el boticario liberal de Ribadavia José María Chao al absolutista que nombró Fernando VII como capitán general de Galicia, Nazario Eguía. Le arrancó una mano y un dedo de la otra en una de las páginas más documentadas de esta historia criminal compostelana.