A Quintana vuelve a las raíces

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Paco Rodríguez

El Certame Folk mostró lo mejor de la música tradicional con los grupos emergentes como Ghaveta e Lagharteiras, los irlandeses Dominic Graham School y los veteranos Milladoiro

24 jul 2017 . Actualizado a las 01:16 h.

«Este é un dos sitios máis especiais nos que pode tocar un músico galego». La falda de Marta tenía un calamar pintado. Pero los lagartos no faltaron en la Praza da Quintana. Porque con Ghaveta estaban también las Lagharteiras, un grupo de pandeireteiras de Mos. En las gavetas de ambos hay guardados auténticos tesoros. Trocitos sonoros de la identidad de Galicia. Y ayer compusieron un mosaico con teselas llegadas de Zas, de A Fonsagrada, de Os Ancares. Con trocitos de azulejo pintados por ellos mismos, como María Pandeira, como Vesta, un canto a las mujeres fuertes, a las mujeres luchadoras. A las mujeres transmisoras de esa cultura que ayer se subió al escenario del Certame Folk que promueven el Concello y La Voz.

Se iba llenando poco a poco una plaza que mantuvo una actividad frenética durante toda la jornada. Primero, para los más pequeños. Y cuando la luz empezaba a atenuarse, llegó el latido. El latido de la música tradicional que iniciaron, tras la presentación de Xabier Díaz, Ghaveta y Lagharteiras y que continuaron la Dominic Graham School, que puso el acento internacional a la sexta edición de un festival que es ya un referente durante las Festas do Apóstolo. Vestidos de verde, una veintena de jóvenes demostraron que el baile tradicional está vivo. Está muy vivo. ¿El truco? Sentir el ritmo. «Hay muchas similitudes entre el baile irlandés y el gallego y la música también es semejante», explicaba Dominic Graham. «¿Muiñeira? Parecido, muy parecido. De hecho, casi indistinguibles». Tanto, que A Quintana enmudeció con Greenlands, considerado el himno de las naciones celtas. Por un segundo, tal solo se oía el taconeo de los veinte bailarines.

«Voy a aprovechar para hacer una fotografía, porque si vosotros vieseis lo que se ve desde aquí arriba...». Y Brian, el presentador de la Dominic Graham School, sacó el teléfono y retrató a un público entregado, que disfrutó con el baile de figuras que representaba los instrumentos de la música tradicional celta: la flauta, el violín, el acordeón y el tambor irlandés.

Iba bajando la temperatura pero el ambiente se caldeaba. Hasta que llegó la leyenda. Milladoiro volvía a tocar en la plaza en la que los gaiteiros demostraban cada año su destreza cinco años después de hacerlo por última vez. Un concierto especial para un lugar especial en una noche especial. Ni siquiera la Berenguela quiso perdérselo. A las once, al compás, tañó para poner un poco más de colorido a la música de Milladoiro. Tras apenas un par de temas, en el escenario aparecieron los chicos de la Dominic Graham School. Y después, la otra colaboración de la noche: la pareja de danza contemporánea formada por Eva Faraldo y Jesús Quiroga.

Caía la noche, y con ella llegaba A noite. Y Manuel María. Milladoiro ponía música a los versos del poeta. Tomaba la palabra Nando Casal para presentar a Harry C, un madrileño enamorado de Galicia que puso voz a Manuel María.

Cuarenta minutos para bailar la danza más difícil del mundo

Medio centenar de personas se animaron a aprender baile irlandés de la mano de la Dominic Graham School

tamara montero

¿Es difícil aprender danza tradicional irlandesa? Sí. Mucho. Tanto, que los bailarines se inician a los tres o cuatro años y aprenden durante años. Y la tradición está tan arraigada que bailan abuelos, padres e hijos. Pero Dominic Graham es un buen profesor. En realidad, es un profesor excelente. Porque fue capaz de enseñar a auténticos novatos en solo 40 minutos. Con el sol calentando todavía las escaleras de A Quintana, en la que los primeros folkies tomaban posiciones para el concierto que estaba para venir, se inició la clase. Pasaban. «Stamp, stamp, stamp. Clap, clap, clap», repetía desde el escenario Dominic Graham. Abajo, más de medio centenar de compostelanos y turistas ponían cara de máxima concentración. Acompañados por los bailarines de la formación, pateaban tres veces en el suelo. Y daban palmas tres veces. Y acto seguido, se maravillaban de lo que habían sido capaces de hacer.

«Nuestra música es muy semejante a la vuestra», explicaba Graham antes de iniciar el curso acelerado. Así que estaba convencido de que probablemente fuese más sencillo para los gallegos hacerse con el ritmo de la danza irlandesa.

A participar en el taller previo a su actuación de la Dominic Graham School se animaron mayores y pequeños, hombres y mujeres, compostelanos y turistas. Una enorme rueda giraba en medio de la plaza, bajo la atenta mirada de los demasiado tímidos para unirse al baile. Tras los primeros ensayos con el único acompañamiento de las indicaciones de Graham, llegó el momento de ir a por todas. Y Xoán se subió al escenario. Agarró su violín y empezó a tocar. Y cogidos de la mano, los nuevos bailarines comenzaron a girar. Sí. Lo había conseguido. Cuarenta minutos. Y estaban bailando una de las danzas más difíciles de aprender. Dominic Graham es un gran profesor.

Fiesta total para todos los públicos durante 15 horas

 

santiago barón / I. C.

No solo los conciertos salieron al encuentro del público en el Certame Folk de La Voz. Además, hubo talleres para los pequeños y actuaciones divertidas que padres y niños disfrutaron por igual. La artesanía tuvo su espacio en A Quintana, abarrotada desde el final de la mañana.

Siete puestos de artesanía abrieron sus puertas durante todo el día, con productos que venían de toda la geografía gallega. El puesto de Montse Betanzos, de O Grove, era uno de ellos. «Es el cuarto año que venimos. Aquí se acercan turistas pero también gente de la ciudad que ya nos conoce de otras veces», comenta. La originalidad de sus productos, que son accesorios y abalorios, está en los materiales: elementos marinos, sobre todo a base de conchas.

Otra de las casetas apostadas junto al muro de San Paio de Antealtares fue la de Javi, de A Pobra do Brollón. En su caso es el primer año que viene. «Tengo bolsos, llaveros, todo hecho en cuero», explica.

El ambiente fue en aumento y, cuando al mediodía empezó el espectáculo del Trío Refugallo, se formó la primera aglomeración en las escalinatas de A Quintana. Los tres artistas amenizaron el ambiente con cubos de basura, escobas y tubos de metal, reconvertidos en instrumentos de viento y de percusión. A las 13.00 horas el turno fue para el conocido clown Peter Punk y, ahora sí, las escalinatas presentaron un lleno total. Un público de todas las edades disfrutó de lo lindo con las ocurrencias y los malabares del payaso.

En el centro de la plaza se colocaron los dos puestos de Garabato de Xogos, un colectivo que reunió a familias con niños. En una de las mesas hubo actividades de pintura, mientras que en la otra, la más cotizada, los pequeños pudieron hacer manualidades a partir de fieltro de colores. Ya por la tarde, a las seis, A Quintana fue una fiesta total con Troula Animación y Hakuna Matata, un juego desbordado por toda la plaza en la que los niños no pararon de interactuar y disfrutar con los actores y los grandes hinchables del espectáculo.