Mucho se va a hablar sobre fusión de municipios en el cinturón urbano de Santiago en los próximos 12 meses. Su presencia en el debate previo a las elecciones municipales es tan segura como que resultará un diálogo estéril que volverá al cajón en cuanto pasen los comicios. En esta ocasión el encargado de desempolvarlo ha sido el alcalde de Teo, Rafa Sisto, quien hace unas semanas planteó que estudiar la fusión con Santiago debe ser prioritario por la repercusión que tendría en ingresos y dotación de servicios. Bugallo se limitó a recoger el guante y el primer episodio de esta nueva entrega de una historia que no lleva a ninguna parte se cerró ahí. Pero ya asoman las primeras líneas de otro capítulo, al hilo del proyecto que la Xunta ha remitido a los alcaldes de Santiago y Ames para conectar O Milladoiro con la capital a través de una senda peatonal y ciclista. Y en esa comunicación entre la ciudad y el que sería su barrio más populoso —¿Acaso no lo es ya en la práctica?— sigue estando el muro entre dos municipios que comparten trabajo, servicios, estudios y ocio. La metáfora de esa brecha son las grúas que merodean con avidez el entorno del embudo que es el viaducto da Rocha, conscientes de la frecuencia de colisiones de chapa y pintura. La senda es un paso necesario, pero suturar esa grieta exige nuevas infraestructuras y apuestas más ambiciosas.