Enrique Tojo Fuentes: «Apéname ver o que era o complexo de Viacambre e o que é agora»

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

TOURO

A Enrique le gusta la plaza de Ponte Castro, que ve desde su local, por el ambiente humano.
A Enrique le gusta la plaza de Ponte Castro, que ve desde su local, por el ambiente humano. xoán a. soler< / span>

Lleva dos décadas poniendo nécoras de tapa los viernes en su veterano bar

03 ago 2015 . Actualizado a las 10:36 h.

Enrique dio unas cuantas vueltas por el mundo de la hostelería compostelana hasta encontrar su propio destino en el bar Avión, de la rúa A Rosa. Es posible que sea el único empresario de Santiago que haya iniciado su actividad profesional a los 13 años, al menos en el ámbito hostelero. Llegó de Touro a esa tierna edad y se metió de cabeza en Viacambre, entonces uno de los centros de la movida. Un hormiguero humano. Enrique trabajó en la cafetería Carabel, al lado de los míticos Tito's y Drack. «Apéname ver o que era Viacambre e o que é hoxe», dice pesaroso.

Tras ejercer en el Zocas (de nuevo surge el cómo era y cómo es), en el Green y en la cafetería de la TVG, se hizo dueño y señor del Avión. Es decir, del que era en aquella época el segundo bar más antiguo del Ensanche: «O primeiro era o Rosa Street, logo o noso». El Rosa Street ya es recuerdo. Nada más llegar, su mujer, María, alumbró una idea arriesgada y exitosa: poner de tapa una nécora los viernes. Dos décadas después, la tradición se mantiene. «A cousa saiu ben e seguimos con ese costume», dice Enrique.

Cada viernes de diez a once kilos bajan a los estómagos de la clientela. «Ás veces teño servido trinta kilos», matiza. Si por circunstancias la nécora no llega al mostrador, la suple con unos gambones. Los demás días el saber culinario de María se transforma en carne ó caldeiro, callos, ensaladiña, cocido... El miércoles aterrizaron justo al lado procedentes de los fogones dos surtidas bandejas de cocido. El redactor perdió por unos instantes el hilo de sus apuntes. Tercia María: «Os clientes non fan distinción de verán ou inverno. Aquí non se pode cambiar a tapa porque che van á chepa». Y Enrique comenta que un cliente le llamó la atención un día porque el cocido no hizo acto de presencia.

Gente joven, adulta, mayor se aposta cada día en el Avión: «Aquí veñen de todas as idades». Muchos son clientes fijos, puesto que el establecimiento es un bar de parroquia. Buena parte de los visitantes son de la zona y tienen en el Avión un punto de referencia para tomarse un vino y discutir los avatares de la última jornada liguera.

Parada cercana

Al lado del local hay un hervidero humano en torno a una parada de buses. «A parada xa estaba cando viñen, pero agora hai máis autobuses. Que estea aí é marabilloso», confiesa Enrique. Y es que a veces aguardar el autobús con un vino o un café delante hace más llevadera la espera.

Las tapas alientan a entrar, pero no garantizan el abarrote de antaño. Incluso el viernes de nécoras está lejos de asegurar el cartel de completo. «A xente non ven como antes porque non hai traballo nin cartos», lamenta.

Pero Enrique no lleva la vitola del pesimismo adherida a su mente y está convencido de que el ciclo de la crisis está en la recta final: «Eu teño confianza en que isto vaia a mellor. A ver se damos aguantado. A miña idea dende logo é xubilarme aquí».

Otros, a la vista de lo que se vislumbra en el interior de sus locales, puede que no aguanten tanto: «Que haxa locais baleiros indica moitas veces falta de calidade no que ofreces ou un servizo non axeitado. Na hostalería hai xente que non sabe estar. Non se trata de montar un negocio e xa está. Hai que saber traballalo e atender ben á xente».