«Vivo aferrada a tres ovocitos vitrificados en un congelador»

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Álvaro Ballesteros

Conchi Siaba podrá ser madre en el 2016 al superar los efectos de la quimio

24 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

María, Alejandra y Jesús no han nacido todavía, pero ya tienen nombre. De momento son tres insignificantes ovocitos que hibernan en un congelador del IVI de Vigo, mecidos por los sueños de maternidad de la muradana Conchi Siaba Gallego, que intentará ser madre en marzo del 2016 si nada se tuerce en su recuperación. «Si me quedo embarazada, seré feliz. Un hijo significaría acabar con tanto horror. Cuando se pueda, que me hagan la fecundación in vitro, y a lo que salga. Por mí, los tres a la vez, aunque a mi marido se le ponga el pelo blanco de pensarlo», ríe sin ocultar su entusiasmo.

La risa no le ha salido gratis en la vida. Ahora que el mundo debate sobre la oferta de Facebook y Apple a sus empleadas, a las que costean la congelación de sus óvulos para diferir su maternidad, a ella, como paciente oncológica no le ha quedado otra alternativa para tener hijos. En febrero del 2006 le practicaron una mastectomía total de la mama derecha por un tumor intraductal. «Mirarte al espejo y verte sin un pecho a los 28 años es surrealista, no paras de llorar y pasas el día en shock», recuerda.

En el 2010, cuando empezaba a levantar cabeza, le diagnosticaron una metástasis en la axila, la volvieron a intervenir y la sometieron a quimioterapia y tratamiento hormonal, un cóctel de infertilidad -lo es en el 90 % de los casos- que la abocaba a quedarse sin hijos a los 33, justo cuando buscaba el embarazo.

Fue su oncólogo en el CHUS el que le explicó la posibilidad de congelar sus óvulos sanos antes del tratamiento, para reimplantárselos más adelante. «Pero en el plazo de un mes, como muy tarde, tenía que empezar la quimioterapia, así que apenas había tiempo para la extracción -relata todavía con cierta angustia en el rostro-. Por suerte, en el IVI de Vigo aceptaron el reto».

El 8 de noviembre del 2010 le quitaron los óvulos. «Solo pudieron salvar tres; no hubo tiempo para que otros crecieran lo suficiente. Pero estos están sanos y mantienen mi ilusión», enfatiza con ese entusiasmo que descolla a veces en quienes han tenido a la muerte «como compañera de viaje». Cinco días más tarde recibió el primer chute de quimio, un «duro» tratamiento que acabó el 8 de marzo del 2011. Desde entonces cuenta los días para la implantación de los ovocitos.

La espera será larga, pues debe aguardar cinco años para intentarlo. La fecha en rojo del calendario es marzo del 2016, pero Conchi se aquieta para evitar cualquier precipitación. «Ahora valoro lo que tengo de otra manera: mis amigos, mi familia... Me dejo de chorradas y disfruto del día a día». Y esos tres pequeños óvulos que esperan a 196 bajo cero en un congelador de Vigo son «como una ventana abierta ahí delante», como un objetivo que tira de ella todos los días, más allá de cómo pueda terminar todo al final. «Vivo aferrada a tres ovocitos vitrificados en un congelador, pero si no lograse ser madre tampoco pasaría nada. Me conformaría y punto. Ahora solo busco ser feliz», explica.

En mayo del 2013, Conchi volvió a entrar en el quirófano; esta vez «sonriendo». Acababa al fin la reconstrucción de su pecho, uno de los días más felices de su vida. «En cuanto pude, me apunté al gimnasio -recuerda-. Necesitaba ducharme sin que nadie se fijase en mi aspecto». De esa felicidad hace partícipe a su familia, especialmente a Jesús, su marido. «Estuvo siempre a mi lado -valora con gratitud-, lloró conmigo y es el 90 % de mi curación». También a sus doctores, de los que no olvida sus nombres.

Técnica de rayos en el Clínico de Santiago, Conchi cree que su testimonio puede ayudar a otras parejas que desconocen la vitrificación. «Por mi trabajo veo a muchas chicas que están solas en el terrible proceso del cáncer, que van sin compañía a la quimio. Y es probable que tampoco sepan que existe esto», lamenta. Respecto a Apple y Facebook, sentencia: «Que se dejen de injusticias y busquen de una vez por todas la conciliación laboral y familiar».