Los estadounidenses y la seguridad

Ángel Carracedo
Ángel Carracedo CIENTÍFICO

SOCIEDAD

Tras el 11-S, la obsesión de los norteamericanos por el control antiterrorista se ha agudizado hasta unos niveles difíciles de entender para los europeos

13 sep 2015 . Actualizado a las 08:26 h.

Los estadounidenses son un pueblo admirable y su nivel de eficacia, transparencia en la actividad pública e iniciativa es tan enorme que, cada vez que voy allí, me cuesta más trabajo volver. Y es que donde experimento un mayor choque cultural en toda América es en Estados Unidos. Hasta los ingleses tienen dificultades para entenderlos y, aunque bromean con que se trata del idioma, en lo que difieren realmente es en su forma de entender el mundo.

Una de las cosas más divertidas de estas diferencias culturales es la combinación explosiva entre su ingenuidad y la obsesión por la seguridad que, si ya era tradicional, después del 11-S se ha agudizado hasta unos niveles que resultan difíciles de entender para los europeos.

Hace poco tenía un diálogo de besugo con un amigo americano al que le contaba mi incomodidad por los controles en los aeropuertos y por la sensación de falta de intimidad y hasta de peligro que me producía el ser tan chequeado. Me asustaba en un aeropuerto norteamericano el oír por la megafonía de forma repetida:

«Si le dan el alto, párese de inmediato, levante los brazos, no eche a correr.»

Yo, como estoy medio sordo, pensaba que en cualquier momento me iban a pegar un tiro.

Mi amigo me tranquilizaba y me decía: «No, si el que voy asustado a Europa soy yo. ¿Y si no te miran bien? ¡Yo no veo que te pregunten nada!»

O sea, estábamos los dos preocupados justo por lo opuesto. Y él hasta confiaba en los formularios de entrada a Estados Unidos, que aquí nos hacen llorar de risa.

Como en estos momentos estoy volando de nuevo allí y los tengo delante, los transcribo:

«¿Es usted consumidor o adicto a drogas?

¿Ha sido usted declarado culpable por un crimen que involucre depravación moral?

¿Está tratando de entrar para participar en actividades criminales o inmorales?

¿Alguna vez ha estado o está ahora involucrado en espionaje o sabotaje, o en actividades terroristas y genocidio?

¿Pretende buscar trabajo en EE.?UU. o alguna vez ha sido excluido o deportado o ha intentado procurar una visa o ingreso a EE.?UU. mediante fraude o falso testimonio?»

Y tonterías semejantes y hasta te advierten que si contestas sí a alguna de estas preguntas tendrás problemas para entrar. ¿Quién se puede imaginar a un terrorista o a un miembro de la mafia contestando: «Sí, estoy tratando de entrar porque quiero organizar un crimen a gran escala en San Francisco»?

Un terrorista estadounidense seguramente contestaría que sí y lo detendrían. En su ingenuidad a los americanos esto les da seguridad. No se dan cuenta de que el mundo es diferente. Piensan que van a contestar lo que van a hacer y que, si no lo hacen, están añadiendo un gravísimo delito de perjurio al otro delito, y... ¡quién se va a atrever a ello!

Son como niños grandes para lo bueno, que es mayoría, y para lo malo. Uno entiende así que el destino más popular de las parejas en luna de miel sea Disneylandia en Orlando, y es enternecedor ver a las parejas en sus bodas de plata haciéndose fotos con Mickey Mouse. Pero ahora que estoy a punto de aterrizar vuelvo a experimentar la misma sensación de intranquilidad. De nuevo a que te registren las huellas, a que te fotografíen hasta las pupilas. ¿Me tocará la luz roja de que me cacheen hasta los intestinos? ¿Pensarán que voy a buscar trabajo? No voy a respirar tranquilo hasta llegar al hotel.