¡A los cañones del Sil también se va en tren!

SOCIEDAD

LOLITA VÁZQUEZ

Las rutas turísticas de la Xunta cuelgan muchas veces el cartel de no hay billetes

01 ago 2016 . Actualizado a las 16:31 h.

Faltan quince minutos para las diez de la mañana en la estación de Ourense. La gente camina por el andén hacia el tren, pero no es uno cualquiera. Con vistosos y coloridos vagones, invita a un viaje distinto. Este es de ida y vuelta. Apenas 110 kilómetros de recorrido (por trayecto) que implican más de 12 horas. ¿Y eso? Es que por el camino, el viajero va conociendo la Ribeira Sacra y Valdeorras. Con paradas, visitas, tiempo para tomarse algo y disfrutar de las vistas.

Es uno de los trenes turísticos que promueve la Xunta este verano -cuatro de ellos para descubrir la provincia sin mar- y que están rozando (y a veces colgando) el cartel de «no hay billetes». En el viaje del sábado apenas quedaban un par de huecos libres. El resto de los asientos del Tamagotchi (nombre con el que han bautizado el tren) iban repletos de gente, en especial jóvenes con niños pequeños y parejas de jubilados. Entre los acentos, mucho gallego, pero también andaluz, e inglés.

Para ayudar a descifrar lo que uno va viendo, está Rosa [Dorado, aunque podrían ser Ricardo o Roberto, según el día], guía de Galicia, que ya anuncia nada más ponerse en marcha el tren que será «una jornada larga y bonita». Y está en lo cierto. Arranca el recorrido hasta la estación de Santo Estebo. Allí, parada, traslado en microbús hasta el pantalán, y subida al catamarán. «Vamos a ir en todos los medios de transporte menos en avión», le explicaba un andaluz a su hija pequeña. Una hora de recorrido aguas adentro disfrutando de la imagen de los cañones, imponentes a ambos lados durante todo el recorrido.

Mucho tiempo para fotos y también para conocer más sobre el propio río Sil -sus 240 kilómetros de curso o su final en cañón de 43 metros para acabar en el Miño- o la historia de la zona. Incluso de la Ribeira Sacra, nomenclatura que ya aparecía en documentos escritos en 1124 y que puede tener dos procedencias: de roble sagrado (por ser árbol venerado por los celtas) o por la cantidad de monasterios e iglesias que atesora. Continúa el recorrido, y las explicaciones de Rosa, hacia Monforte, nombrando la historia de los condes de Lemos o el importante pasado ferroviario (¡que vamos en tren!) de la localidad; y después enfila hacia Quiroga, con sus viñedos y sus olivos. Porque en Galicia tenemos aceite, aunque haya quien no lo sepa, apostilla la guía (se ven caras de sorpresa entre los asientos).

Después, Valdeorras. El valle del oro (antes el metal, ahora la pizarra, que también se nombra) donde es importante el vino, y por eso hay parada en A Coroa, bodega amparada por la denominación de origen. Después, As Ermidas (en O Bolo), un santuario excavado en la falda de la montaña que no deja indiferente a nadie. Regreso con parada en Os Peares y la central eléctrica. Era una jornada larga, ya lo advertían al inicio. Hay quien aprovecha alguno de los tramos para echarse una cabezadita. ¡Lo que prestan las sientas en tren!