Alguien definió con tino el 2016 como el año en el que votamos peligrosamente. No hablaba de España, sino de las grandes victorias del populismo en referendos y elecciones de alcance mundial. El calendario electoral del 2017 también viene cargado de citas en los que candidatos ultra tienen mucho que ganar y la civilización occidental mucho que perder.
La primera es en Holanda. Allí la figura inquietante es el antimusulmán Geert Wilders. Cabalga a lomos de los mismos caballos que el brexit y Trump. Y se teme que pueda tener alguna ayuda del ciberespionaje ruso. La respuesta de la administración denota el miedo a una injerencia del Kremlin o de algún otro actor interesado en socavar aún más a Europa. Consiste en retroceder veinte años, recontar los votos a mano y transmitir el resultado por teléfono. El recuento será menos rápido, y más emocionante.
Para valorar esta maniobra conviene acudir a la ficción, a la formidable serie Battlestar Galactica, de actualidad por la muerte del actor Richard Hatch. En ella la humanidad sufre un apocalipsis a manos de los robots que la servían. Los supervivientes emprenden un éxodo. Los lidera una nave de guerra, la única que, para evitar un hackeo masivo, no tenía los ordenadores de a bordo conectados en red.