La cinta aislante ya no sirve

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

SOCIEDAD

09 mar 2017 . Actualizado a las 07:59 h.

En el reciente Mobile World Congress tuve la ocasión de hablar con Cathal McDaid, director de Inteligencia de AdaptativeMobile. Esta compañía irlandesa es líder mundial en seguridad de redes móviles y sus soluciones protegen a aproximadamente mil millones de personas en todo el mundo. McDaid explicaba que el 2016 fue «el año del hackeo» en el sector público y privado, involucrando a menudo a redes de telecomunicaciones. Su misión es precisamente ayudar a las operadoras móviles a evitar ataques que dañen su reputación y comprometan la privacidad de los usuarios, y para ello AdaptiveMobile utiliza programas de detección avanzada de amenazas, combinados con inteligencia aplicada y software contra ciberataques. Sin embargo, a pesar de toda su experiencia en seguridad, este experto reconocía que hay cosas más simples que cualquier persona puede hacer y marcan la diferencia: no utilizar programas que no provengan de las tiendas oficiales de aplicaciones (App Store, Google Play); desconfiar de cualquier mensaje cuyo remitente no se encuentre en nuestra lista de contactos, y pensar bien la cantidad de información que guardamos en nuestros dispositivos móviles. Esto último es especialmente importante, porque la gente acumula fotos, vídeos, correos electrónicos y otros archivos que, en caso de perder el terminal, pueden acabar en manos no deseadas. Y, aunque no lo extraviemos, si nos conectamos a Internet a través de una red pública o desprotegida, la información es fácilmente accesible por terceros, ya sean hackers o agencias gubernamentales como la CIA norteamericana.

Desgraciadamente, el problema no se limita ya a la cámara y el micrófono de nuestros smartphones y tabletas, o a los televisores inteligentes. El llamado Internet de las Cosas convierte casi cualquier objeto que tenemos en casa en un potencial espía con capacidad para grabar conversaciones e incluso tomar imágenes y transmitir toda la información recogida a través de la Red. ¿A quién? A quien pague por ella. No podemos obsesionarnos con nuestra privacidad, no vamos a dejar de usar WhatsApp o Snapchat, pero podemos limitar nuestra exposición. El truco de la cinta aislante en la webcam del portátil -que hasta el propio Mark Zuckerberg utilizaba- ya no sirve de nada.