Verdades sobre la mentira

SOCIEDAD

Ed

Las mentiras en política son como las mentiras en la vida cotidiana: una estrategia para justificar lo que uno ha hecho ya o está decidido a hacer

02 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Se habla y se escribe últimamente mucho de las falsas noticias, de las mentiras políticas, de «los hechos alternativos». Se presenta todo eso como una especie de nueva moda, como algo insólito. Como mucho, se reconoce que mentiras ha habido siempre, pero que ahora hay más. Puede que sea cierto, puesto que hay mucha más cantidad de información. Pero lo sospechoso de esta argumentación es que quien habla de mentiras solo se interesa por las que dicen quienes piensan distinto, no por las de los que piensan igual. Si el auge de las falsas noticias es un producto de nuestra sociedad, lo lógico sería pensar que nos afecta a todos, no solo a los contrarios. Yo no sé si hay más mentiras en la política ahora que antes ni creo que sea posible medirlo. Lo que sí creo es que esta preocupación repentina por la calidad de la verdad en la política no es sincera. Me parece un intento de racionalizar, de explicar lo que se ve, con terror, como una tendencia, pero que en realidad son solo dos hechos muy concretos: el triunfo del Brexit en Gran Bretaña y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Son dos hechos tan desagradables e inesperados para tanta gente que surge en seguida la necesidad de darles una explicación antinatural, porque aceptar que no son más que, prosaicamente, el resultado de la libre elección de los votantes, resulta doloroso. La explicación que se encuentra es la de siempre, la alienación. El que vota distinto a como debería tiene que haberlo hecho engañado, porque nadie en su sano juicio puede pensar distinto a como pienso yo. Es posible que la campaña de Trump mintiese más que la de sus rivales (respecto al Brexit, que seguí con mucha atención, tengo que decir que no estoy tan seguro de esa disimetría). Pero esa no fue la causa sino la consecuencia de su éxito. La mentira es un adorno de la política, como la retórica o la propaganda electoral. La propaganda, contrariamente a lo que se piensa, no tiene como objetivo convencer al contrario, para lo cual es notoriamente ineficaz. La propaganda está para dar seguridad y argumentos al que ya piensa igual. Las mentiras en política son como las mentiras en la vida cotidiana: una estrategia para justificar lo que uno ha hecho ya o está decidido a hacer. Quienes votaron por Trump no lo hicieron engañados por los disparates que decía en campaña sino que él se fue sintiendo más libre para decir disparates a medida que veía que iba ganando apoyo.

Igual que en las guerras los crímenes tienden a equilibrarse de un lado y otro, lo mismo sucede con las campañas electorales y las mentiras. Pero incluso si Trump mintió más que otros, eso tiene su lógica dentro del juego de la política: era el rebelde, el que se enfrentaba a eso que llamamos «el sistema», como si estuviese formado por otros (cuando el sistema somos todos y cada uno de nosotros). Ahora que son los progresistas quienes están en la oposición no pasa un solo día sin que distorsionen, deformen o exageren la realidad del mandato de Trump. Y, cuando les desmienten, su reacción es la misma que la de los seguidores de Trump: a lo mejor lo que decimos no es cierto del todo, pero no importa, porque el otro lado miente más. El espíritu crítico no consiste en ser ferozmente crítico con las ideas de los otros. Eso es fácil, De hecho, ser un fanático consiste en eso. El espíritu crítico es cuestionarse constantemente las propias ideas, los propios argumentos y aceptar que, por mucha razón que tenga uno, es imposible tenerla siempre y que los demás estén equivocados siempre.