Un túnel del vino para teletransportarse de Madrid a Galicia

pacho rodríguez MADRID

SOCIEDAD

BENITO ORDOÑEZ

Los albariños y godellos triunfan entre el público que acude al Salón de Gourmets

27 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que se introduzca en el túnel del vino que estos días hay en el Salón de Gourmets de Madrid va a trasladarse, nada más entrar, directamente a Galicia. El albariño le aguarda a la derecha. El godello, a la izquierda. Y no es un combate entre ambos, solo un elogio a los blancos. Al salir, en el paladar queda un profundo interés por acercarse hasta la comunidad que cultiva esos caldos.

Los elogios vertidos sobre el vino gallego en la que es la cita agroalimentaria y gastronómica más importante de España eran tantos como botellas se fueron abriendo a lo largo de la jornada. Solo en el puesto dedicado al albariño descorchaban en torno a unas diez a la hora. Y eso en los momentos de menos público.

El madrileño Ángel Felguera, que estaba al frente de las degustaciones de albariño apelando a su trabajo de camarero, no dudó en señalar el potencial de esos vinos. «Son todos buenos. Pueden ser mejores, peores, más secos, afrutados, suaves al paladar...». Dos jubilados, entusiasmados, atendían el discurso al tiempo que disfrutaban de su copa.

Justo en frente, amparados bajo la denominación de godello había caldos de mencía hasta otros tintos con mezcla de uvas. Pero el que no deja de avanzar en popularidad es el godello de uva autóctona de la comunidad.

Una pareja extremeña, afincada en Toledo, quedó sorprendida de la calidad del godello madurado sobre lías. «Lo que está claro, y se dice mucho, es que los vinos gallegos aguantan y ofrecen siempre mucha calidad», comentaba otro de los que degustaban albariños y godellos. Aunque el 2016 fue un año de producción escasa, también fue un año de calidad.

Y Ángel Felguera comparó los albariños con artistas de la talla de Pavarotti y Mercury. Dijo que un vino fino y elegante como el Granbazán del 2015 merece ser llamado Pavarotti. Pero cuando pasa a un Albariño do Ferreiro, «más explosivo, más cañero, pero igual de espectacular, estaremos ante algo así como un Freddie Mercury», remataba. Pero tanto expertos como profanos, aunque movían la cabeza en señal de asentimiento, no era el oído el sentido que más ejercitaban. Preferían dar uso al gusto. Lo que se observaba era el interés de muchos jóvenes por el vino. Eso confirma que los caldos no tienen un único tipo de público.