La ciencia acorrala a los plaguicidas que amenazan la supervivencia de las abejas

mateo casal / r. r. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

CARMELA QUEIJEIRO

La Unión Europea debatirá este mes la prohibición total de estos pesticidas

17 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No, no es la velutina la gran amenaza de las abejas. Tampoco el parásito nosema o el ácaro varroa, que causan auténticos estragos en sus poblaciones. El principal enemigo de estos insectos es un tipo de plaguicida: el neonicotinoide. Y cada vez hay más pruebas que así lo corroboran. Las últimas acaban de llegar de dos estudios publicados en la revista Science, uno de ellos financiado por Bayer y Sygenta, las dos grandes potencias en la industria del sector. No dejan lugar a dudas.

Estos informes coinciden con la próxima reunión del Comité Permanente de la Unión Europea del 19 y 20 de julio, donde se debatirá la prohibición o no de estos pesticidas. El veto temporal a los neonicotinoides realizado en el 2013 resulta insuficiente. En su momento, la falta de estudios concluyentes limitó la prohibición al uso en invernaderos. «Isto non arranxa o problema, xa que estes produtos saen pola auga que corre polo chan ou polo aire en nubes tóxicas. Non hai outra solución que prohibilos», dice Xesús Asorey, secretario técnico de la Asociación Galega de Apicultura (AGA). Pese a ello, las esperanzas no son muy favorables: «El Gobierno de España nos ha informado de que no se va a tomar ninguna decisión en esta reunión», explica Luís Ferreirim, portavoz de Greenpeace.

Estos productos afectan a las abejas a nivel neuronal mediante la nicotina. Los compuestos se suele echar en las semillas, como las del maíz forrajero. Cuando la planta está en floración, las abejas recogen el polen y el néctar, ambos infectados. Los efectos pueden ser agudos y mueren inmediatamente. Pero los más habituales son los efectos subletales. Estos pueden afectar a su capacidad de orientación y aprendizaje, por lo que no saben volver a las colmenas y terminan muriendo. Si consiguen llegar a casa, los efectos continúan en la puesta de huevos. Las secuelas son crónicas, poniendo en peligro la capacidad de supervivencia de la especie.

Los ecólogos Jordi Bosh y Anselm Rodrigo, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Cataluña (CREAF), defienden que hay pruebas suficientes para demostrar que los neonicotinoides son dañinos para estos insectos. El fungicida solo no afecta a las abejas como está demostrado, pero mezclado con los insecticidas, sí. «Hay trabajos en EE.UU. donde encontraron en las provisiones de huevos de abejas solitarias hasta 24 tipos de productos pesticidas diferentes», afirma Anselm Rodrigo, ecólogo del CREAF y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Aumento de la mortalidad

En 1994, la mortandad entre las abejas alcanzaba el 10 %. A partir de ese año, con la aparición de los pesticidas, pasó a un 30-40 %, según la ONU. El veto temporal del 2013 supuso un paso muy importante, aunque llegó más de 20 años tarde. «La UE es un gran dinosaurio al que le cuesta moverse. Recibe presiones de los lobbies de la industria. Los neonicotinoides son los productos estrellas de compañías como Bayer y Syngenta», dice Luís Ferreirim.

Esta situación puede producir un colapso del medio ambiente, de la biodiversidad y de la producción de alimentos. El 80 % de las plantas que se cultivan a nivel agrario dependen de polinizadores como las abejas. Sin ellos habría un campo muy verde, pero falto de color. Muchas de las frutas y verduras no serían viables, el paisaje biodiverso desaparecería. «Incluso algúns médicos afirman que existe un envelenamento masivo da poboación mundial», afirma Asorey.

Los expertos coinciden en el futuro de la agricultura ecológica. «Si solo prohíben estos plaguicidas, saldrán nuevos. Hay que generar unos sistemas agrícolas con más diversidad de polinizadores y una fauna que espontáneamente pueda controlar las plagas», según Rodrigo.

«Analizamos el agua de las fuentes y era clara la presencia de neonicotinoides»

En Galicia, el uso de pesticidas es muy elevado. Los monocultivos de maíz y eucalipto promueven la aparición de plagas. Estas se combaten con plaguicidas, que son los causantes del envenenamiento de las abejas.

Rafael Díaz, apicultor de Ferrolterra, resalta la despoblación que sufren sus colmenas. De tener ochenta abejas, a terminar desiertas. «La prohibición del 2013 mejoró mucho la situación, fundamentalmente con el tema del maíz forrajero», explica Díaz. «Analizamos el agua de las fuentes públicas donde bebían nuestras abejas. Se observaba claramente la presencia de estos neonicotinoides», denuncia el apicultor. Las abejas tienden a huir de esta contaminación, por lo que se sienten más felices en las ciudades que en el campo, «por eso vienen los enjambres a la ciudad. Nadie podía imaginarlas en el Cantón o en la plaza de España de Ferrol», dice Rafael Díaz.

También afecta a la población de abejas una plaga que sufre el eucalipto, el Gonipterus scutellatus, conocido como el gorgojo del eucalipto. Para combatirla, se realizan fumigaciones aéreas, y el viento de más de 20 kilómetros por hora expande las nubes tóxicas. «As colmeas se envelenan. Morren abellas que habitan en lugares inimaxinables e sen cultivos, como O Courel o Pena Trevinca», explica Xesús Asorey, desde la Asociación Galega de Apicultura.

Al veneno de los pesticidas hay que unir la expansión de los monocultivos, que limita el sustento de estos insectos. Al existir menos agricultura, estos polinizadores no encuentran la diversidad de alimento necesaria, por lo que la población registra un notable descenso. Ourense es la provincia con unas mejores condiciones para que estos insectos puedan zumbar con tranquilidad.