«La mujer árabe está ahora como estuvo la española hace 60 años»

doménico chiappe MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Una mujer en Tánger
Una mujer en Tánger María Traspaderne | EFE

Amigas de una marroquí asesinada por su marido crean una nueva asociación contra las violencias machistas

11 mar 2024 . Actualizado a las 10:35 h.

La muerte de Fátima a manos de Abdellah, en diciembre, sembró la semilla de una asociación de mujeres árabes contra la violencia machista. «Su marido era adicto, posesivo y psicópata, se inventaba historias», recuerda Zahra, una de las amigas de la víctima de Sagunto, en Valencia. «Mientras que ella era bastante tranquila y buena. Agachaba la cara y se callaba. Pidió el divorcio pero él la amenazaba. Nos decía que en 2024 haría algo y hablaríamos de él». Fátima tenía dos hijas de su verdugo. La mayor de 14 años también resultó herida durante el asesinato de la madre. La menor tiene cuatro años.

Las fundadoras de una nueva asociación de mujeres árabes contra la agresión machista han logrado romper con el círculo de la violencia, al separarse, divorciarse o denunciar el hombre. Con el nombre, aún provisional, de Amigas Supervivientes, comienzan a reunirse para dar forma a la entidad. «Hemos pasado por eso y conocemos el camino», dice Zahra. «Quiero vivir el día a día y demostrar a las marroquíes que no nos hace falta un hombre para tener un plato de comida y un techo. No hace falta sufrir violencia. Ni psicológica, ni verbal y ni física. En nuestra cultura nos hacen creer que la violencia es normal. Por ejemplo, Fátima decía que «ya estaba acostumbrada».

Para denunciar y alejarse del maltratador, las mujeres árabes deben superar obstáculos adicionales a los que tienen las españolas. «El primer problema es el idioma», sostiene Aicha, que llegó al «límite» en 2018, después de agresiones físicas y psicológicas. Desde entonces sigue sola, con sus dos hijos de 7 y 10 años.

«Cuando no sabes hablar, todo es muy complicado, aunque quieras salir de esta situación. Además, cuando estás con un marido tóxico siempre te dará información errónea. Te hace ver que la situación que tienes en casa es mejor que separarte y seguir sola. Si tienes hijos menores, qué haces. ¿Trabajo o me quedo con mis hijos?», explica Aicha. Esta mujer, que estuvo tres años en el país sin aprender castellano, su marido le hizo creer que «si me separaba de él, me quitaban a mis hijos. Y no, eso no pasa».

Un segundo muro es el aislamiento. «A la mayoría de mujeres que conozco yo, los maridos las han traído de Marruecos», asegura Sara, una mujer de 53 años que llegó al país con 17 y se casó con un español converso al islam que le doblaba la edad. «Ellos se van a casar ahí. Y como la ha traído, la controla. Le dice dónde ir y dónde no. Sucede también con chicas de Egipto y de Siria. La mujer española está en su tierra, pero la árabe no», asegura. «A nosotras siempre nos han enseñado que seamos desconfiadas», prosigue. «Sin embargo, cuando la mujer tiene confianza poco a poco cuenta lo que le pasa en su casa. Pero decirlo de primeras, que le pega el marido, nunca lo va a decir». La distancia con la familia de la mujer, distinta a la del marido, se acrecienta porque ir a su país natal encierra un peligro hasta que los hijos tienen la nacionalidad española. «Sólo así el padre no puede quitarte a los niños», mantiene Sara.

Aparte de esa soledad, hay una cuestión cultural. «La mujer árabe está ahora como estuvo la española hace 60 años», afirma Sara. La influencia de la cultura en el silencio de la mujer la ratifica Zahra, que es traductora de cuatro idiomas con 27 años y que llegó a Valencia cuando tenía cinco. «Nuestra cultura es más cerrada, machista, está en la edad de piedra. Te dice que todo lo tienes que aguantar. Te trae tu marido de Marruecos y no sabes nada. Me casaron con un hombre que me maltrataba y lo aguanté por mi familia y la suya».

Interpretación religiosa

Zahra cuenta que ella escondía los cuchillos debajo del butano de la cocina porque estaba segura que en cualquier momento la asesinaría. «Una vez que lo encarcelaron por robo con violencia, me alejé y tuve la libertad de escoger mi camino», recuerda. «Le pedí el divorcio. Pero emocionalmente te manipulan, todas las mujeres tenemos esa manipulación familiar en la cultura árabe. Aunque aquí en España es más fácil romper la tradición».

Dentro de esa cultura está también la interpretación religiosa, algo sobre lo que las propias fundadoras de Amigas Supervivientes tienen visiones distintas. Sara defiende que el hombre y la mujer no son iguales, que «el hombre puede tener cuatro mujeres, con orden, pero la mujer no puede tener cuatro hombres» y que el divorcio «a los ojos de dios, no le gusta, pero está permitido» en realidad, porque «el islam es superior a un maltratador y protege a la mujer más que un hombre y que otras religiones».

Otro punto de vista tiene Zahra, que afirma que «está bendecido el matrimonio y el divorcio, pero la cultura coge la religión y la agrava», que es como cuando «te quitas el pañuelo y te asocian con ganar tu dinero vendiéndote a ti misma» o con la asimetría de la poligamia: «Si yo tengo a mi pareja, la relación es de uno. Nosotras no somos piezas para tener reemplazo». 

Ante las posiciones divergentes, Aicha busca el punto medio: «el tema de la violencia no es de la religión. Es de las culturas y mentalidades tóxicas, y de las personas enfermas que quieren controlar a la mujer».