Javier Martínez-Brocal: «Al papa Francisco le inquieta la politización de la religión, que la fe acabe ligada a una opción política»

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

EFE

«A día de hoy estoy convencido de que Bergoglio no dimitirá», dice el vaticanista autor del libro «El sucesor. Mis recuerdos de Benedicto XVI», que analiza la convivencia de los dos pontífices

21 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La oposición que está encontrando el papa Francisco en su pontificado es muy improbable que se traduzca en una escisión. Esa es al menos la impresión que alberga el vaticanista español Javier Martínez-Brocal (Granada, 1978), corresponsal en la Santa Sede y autor de El sucesor. Mis recuerdos de Benedicto XVI (Planeta), un libro en el que desmenuza la convivencia de los dos pontífices después de que el alemán dejara la sede vacante. Martínez-Brocal aduce que de acontecer el cisma, una hipótesis dudosa, es más factible que provenga del sector conservador, más belicoso ahora mismo que la facción liberal.

—Muchas veces Benedicto XVI y Francisco han sido presentados como papas antagónicos. ¿Está de acuerdo con esa idea?

—Son dos papas con prioridades y visiones de la Iglesia diferentes, pero Francisco no considera que fueran opuestos ni mucho menos enemigos. Bergoglio aboga por superar la polarización en la Iglesia y entiende que hay distintos modos de ser pontífice. Ambos tenían una relación leal y hablaban con cierta frecuencia. Francisco reconoce, eso sí, que hubo decisiones que probablemente no gustaron al papa emérito.

—¿En qué discrepaban?

—Para Benedicto lo importante es la doctrina, la claridad de las ideas, la liturgia, el respeto de las formas. Francisco, en cambio, persigue la credibilidad de los católicos y que la gente se sienta acogida y comprendida por la Iglesia. No son visiones contrapuestas, sino complementarias.

—¿Francisco fue elegido como reacción a Benedicto XVI? ¿Se trató de un movimiento pendular?

—No creo que fuera elegido como contraposición a Ratzinger, sino como contraposición a la situación que se había creado en el Vaticano, en la que el papa estaba hiperprotegido y tenía poca capacidad de movimiento. El hecho de que, en el 2013, el colegio cardenalicio no tuviera que elegir a un papa estando de luto por la muerte del anterior, dio la oportunidad al cónclave de pensar con serenidad y de meditar qué cosas había que corregir.

—¿Ejerció Benedicto XVI una oposición callada a Francisco?

—No, no. El papa me contó que el 28 de febrero del 2013, el mismo día de su renuncia, Ratzinger se reunió con todos los cardenales y les dijo que entre ellos estaba su sucesor. A continuación prometió su total obediencia y lealtad al futuro papa y Francisco asegura que lo cumplió hasta el final. Benedicto no se dejó envolver en maniobras ni aceptó presiones de quieres querían que se opusiera a Francisco. Una vez echó de su casa a alguien que habló mal de Bergoglio.

—Pero personas de su entorno sí que ejercieron esa oposición, como su secretario personal, Georg Gänswein.

—Sí, hay un círculo cercano a Benedicto que observa con preocupación que las prioridades del nuevo papa difieran de las de su antecesor, que Francisco no dé continuidad a la línea de Ratzinger, lo cual se interpreta como algo hostil. Francisco confiesa que se lo hicieron pasar mal al ponerle palos en las ruedas.

—¿Tiene el papa Francisco al enemigo dentro?

—A ver, la oposición a los papas siempre ha existido. Lo que distingue el momento actual es que existen redes sociales y hacen más ruido. Benedicto encontró resistencias en personas nombradas por Juan Pablo II, y lo mismo le pasó a este. Le pregunté a Francisco de qué habló en su primer encuentro como papa con Benedicto y me reveló que le entregó un dosier con todas las corruptelas que había en la curia. Era el caso Vatileaks.

—¿Le preocupa a Francisco la pujanza de los evangélicos en América Latina?

—No lo sé, le inquieta sobre todo la politización de la religión, que la fe acabe ligada a una opción política. No quiere de ninguna manera que se implique a la Iglesia católica en las guerras culturales.

—Su libro destaca que los votos cosechados por Francisco cuando fue elegido papa Benedicto XVI fueron usados para desgastar la figura de Ratzinger.

—Fue sorprendente que Francisco levantara de esta manera el secreto de los cónclaves. En el 2005 Francisco llegó a tener 40 de los 115 votos en la Capilla Sixtina, que en principio podían ser suficientes para frenar la candidatura del cardenal Joseph Ratzinger. Si los purpurados hubieran seguido votando a Francisco, Ratzinger no habría alcanzado los dos tercios necesarios para ser elegido papa. La maniobra no consistía en elegir a Bergoglio, sino en bloquear la elección del alemán para aupar a un tercer candidato.

—¿Puede sufrir la Iglesia católica un cisma?

—No, es muy difícil. El peligro de cisma, de producirse, vendría más de la parte conservadora que de la liberal, dado que la oposición a Francisco es más virulenta por parte del primer sector. Le repetí una pregunta que le hicieron cuando era cardenal: «Usted es liberal o conservador?». Mantiene la misma respuesta: «Conservador no, sino fiel a la Iglesia y abierto al diálogo». No usa como referencia los criterios culturales europeos, y eso a veces nos desconcierta. Europa está dejando de ser la prioridad de la Iglesia católica, que ahora mira más a Asia, África y América Latina.

—¿Cree que el papa dimitirá si se ve impedido para ejercer su misión?

—A día de hoy estoy convencido de que no dimitirá. Sería convertir en una costumbre lo que Benedicto hizo como una excepción. Su máximo interés es salvaguardar la libertad de los papas que vengan después. Presumo, porque él no me lo ha dicho, que si él renunciase, la dimisión se impondría como norma general.

—¿Qué cree que pasará en el próximo conclave?

—Es muy probable que el próximo papa se fije como prioridad la evangelización. La incógnita es saber cuál será su estilo. Lo único seguro es que el sucesor de Francisco no será una fotocopia de él.