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Este joven montó a los 12 años su propia huerta en Brión y gracias al saber popular la hizo florecer

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

AGRICULTURA

Pedro Vázquez, en su huerta de Brión, que empezó a cultivar con solo 12 años. Explica que esta ha sido la última temporada de «producción a gran volumen, porque segundo de bachillerato es un curso que requiere mucho tiempo y organización». Le gustaría estudiar Dirección Hotelera y descarta dedicarse a la agricultura pues «sería difícil vivir con unas rentabilidades tan bajas».
Pedro Vázquez, en su huerta de Brión, que empezó a cultivar con solo 12 años. Explica que esta ha sido la última temporada de «producción a gran volumen, porque segundo de bachillerato es un curso que requiere mucho tiempo y organización». Le gustaría estudiar Dirección Hotelera y descarta dedicarse a la agricultura pues «sería difícil vivir con unas rentabilidades tan bajas». XOAN A. SOLER

Pedro Vázquez convirtió la agricultura en su mayor afición y lleva 5 años cultivando y vendiendo sus productos ecológicos

26 oct 2022 . Actualizado a las 09:36 h.

Cuando sale de clase, él no va a jugar al fútbol. No se le da por bailar. No pasa horas conectado a la consola. La mayor afición de Pedro Vázquez Sánchez-Agustino es la agricultura. El santiagués se crio en un ambiente urbanita, pero su familia se mudó a una zona rural y en Brión descubrió un mundo que hoy, a sus 17 años, le apasiona. Con solo 12 montó su propia huerta y la hizo florecer gracias al saber popular. «Toda la gente de por aquí nos regalaba lechugas, tomates... y se me ocurrió probar a ver qué tal se me daba a mí, con la idea también de no tener que comprar en las grades superficies y poder consumir, sobre todo en verano, nuestro propio producto ecológico», relata el alumno de segundo de bachillerato en el colegio La Salle de Santiago.

Hasta entonces, cuenta, solo había ayudado alguna vez a sus padres al mantenimiento de las plantas, árboles y hierba del jardín. Y, aunque era una tarea que disfrutaba, nunca le había despertado mayores inquietudes. «Empecé en el 2017 trabajando en una zona de pasto que tenía nuestra yegua, ya fallecida. Me dediqué a preguntar a vecinos y conocidos para saber qué debía hacer. Aunque podía haberlo buscado en Google, quería el consejo de la gente que lleva toda la vida trabajando y viviendo del campo, que atesora esos conocimientos heredados. Para mí, son los sabios de la tierra», explica. Ese primer año no tuvo una gran producción y «ya padecí las pestes». Pero eso no lo desanimó. Todo lo contrario, dice, «me empujó a investigar qué necesita cada planta».

Lo primero que recogió y pudo probar fueron unos calabacines y «la satisfacción de comer algo que has cultivado tú es enorme», aparte de que «el sabor del producto es muchísimo mejor», incide. Poco a poco, fue ampliando la superficie de plantación, incluso con terrenos cedidos por vecinos: «Al lado de nuestra casa está la finca de Paco y nos la prestaba antes para la yegua. Le pedí permiso para plantar patatas allí e hice así la primera ampliación. Él nunca me pidió nada a cambio, porque tenía esa tierra en desuso y decía que hasta era bueno para el terreno que estuviese trabajado». Pedro empezó a vender los excedentes, primero entre sus familiares y personas cercanas (que gustosos pagaban para seguir motivando a un niño de 12 años en esta sana afición) y luego el círculo fue creciendo. En el 2019, llegó a tener su propio puesto en la Praza de Abastos de Santiago junto a un amigo de Vedra «que sabe mucho de frutales, vides y vino».

Siguió aumentando la producción hasta hoy y ha contribuido a generar empleo indirecto, contratando a terceros para los trabajos con tractor como el fresado. Todo ello le ha servido para «reconectar con la naturaleza» y poner en valor el trabajo de los agricultores. «Ahora tengo otro punto de vista de lo rural. Muchas veces es menospreciado o ignorado injustamente», lamenta.

¿Qué llevó a un menor a preocuparse a este nivel por el consumo sostenible? «Supongo que la concienciación medioambiental me viene por mi educación. El espíritu crítico que me inculcaron mis padres y moverme en un mundo adulto seguro que influyeron. Siempre creí en hacer algo para cambiar las cosas», responde él.

Además, a cambio ha recibido un aprendizaje «impagable» y considera que hasta lo llegó a beneficiar en el rendimiento académico. Incluso empezó a hacer sus propias facturas, inspirado por su padre llevando la contabilidad del hogar y alimentó su gusto por la economía. También favoreció su creatividad y la innovación, añade este joven organizado y metódico: «A finales de temporada siempre planificaba la del año siguiente, desde las variedades que iba a plantar hasta cómo posicionarlas en las tres parcelas». 

«A día de hoy he conseguido en La Huerta de Pedro hacer una producción constante de tomates y pimientos, capaz de abastecernos a nosotros mismos y a otras familias», destaca. Llegó a obtener dos cajas semanales de tomates y la superficie cultivada es equivalente, dentro del recinto de su propiedad, al parque infantil de la Plaza de Galicia en Santiago; , en la finca del vecino, el doble de grande.