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Variedades resistentes: llegan las superuvas que combaten el mildiu

AGRICULTURA

Cedida

España empieza a poner el foco en las cepas creadas en el laboratorio tras varios cruzamientos entre especies autóctonas y otras resistentes a plagas

22 feb 2024 . Actualizado a las 21:12 h.

Dice José Miguel Mulet, catedrático del departamento de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, que «cuanta más historia tiene un cultivo, más intervención humana hay en él» y eso explica que, por ejemplo, la naranja no existiera hace muchos años porque, en realidad, surgió de un cruzamiento natural de varias especies de cítricos. Pero ¿qué pasa cuando esos cruzamientos se reproducen en un laboratorio? Las técnicas desarrolladas están permitiendo que los investigadores sean capaces de replicar esas hibridaciones naturales de mejora de las especies y han llegado al mundo del vino. El resultado son las que se conocen como variedades de uvas resistentes, como Chardonnay o Sauvignon cruzadas múltiples veces con otras diferentes para que sean resistentes a enfermedades como el mildiu y el oídio.

«En Europa, estas variedades ya se han aprobado y se están utilizando, pero a España todavía no han llegado», cuenta Enrique Barajas, coordinador de un proyecto sobre este tipo de uvas en el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl). Este centro, junto con Neiker en el País Vasco, Incavi en Cataluña e Intia en Navarra, lleva desde el 2018 probado clones resistentes de variedades internacionales, con el objetivo de que España pueda autorizar su uso. Porque en este país existe una cierta reticencia por parte del sector a estas nuevas modalidades.

Para conocer exactamente qué son este tipo de variedades y por qué despiertan tantos recelos hay que remontarse a los tiempos de la filoxera. Esa plaga acabó con buena parte del viñedo autóctono y provocó que, en muchas zonas, nacieran las variedades híbridas, que son un cruce entre una Vitis vinifera (una variedad de uva autóctona) y una Vitis americana, que eran resistentes a la enfermedad. A pesar de que Europa ordenó hace ya años el arranque de todas estas variedades porque daban vinos de mala calidad, algunas han conseguido pervivir hasta la actualidad. Es el caso de la Folla Redonda, más conocida como Tinto Barrantes, que cultivan un grupo de viticultores en Ribadumia y que cuenta hasta con fiesta de exaltación.

Pero el cambio climático y los problemas que está generando para el cultivo del viñedo llevaron a que países como Alemania, Francia o Italia reabrieran hace ya años el debate sobre los híbridos y utilizaran las nuevas técnicas disponibles para crear las variedades resistentes. «Cogemos una variedad de vinífera, como puede ser la Albariña o la Godello, y la cruzamos con otra, que puede ser americana o selvática, que tiene resistencia a la enfermedad», cuenta Barajas. Así se obtiene una cepa en la que la mitad de sus genes son de vinífera y la otra mitad de la otra variedad, por lo que ya ha incorporado su resistencia a los hongos. «Analizamos si de verdad tiene esa resistencia al mildiu y la volvemos a cruzar con vinífera de forma sucesiva hasta que, al final, tengamos una variedad que conserva en un 95 o 98 % los genes de vinífera y solo el 2 o 5 % de la foránea», añade.

El resultado es una nueva variedad de uva que «se parece mucho al parental del que salió», pero que precisará una cuarta parte de los tratamientos fitosanitarios que se aplicaban a la variedad original para combatir el mildiu y el oídio. Barajas explica que «esta técnica consiste en forzar en el laboratorio lo que ha hecho la naturaleza en miles de años. Hay muchas variedades actuales que proceden de cruces naturales». Reconoce que estas uvas «nunca van a ser al 100 % el perfil» de las variedades de las que proceden, pero insiste en que tendrán la ventaja de que no precisarán tantos tratamientos fitosanitarios. Así, permitirán que se pueda hablar de cultivo ecológico y sostenible en zonas, como Galicia, donde ahora es muy complicado hacerlo realidad.

«Hemos elaborado vino de calidad con estas uvas»

La investigación de las variedades resistentes de uvas llegó a España en el año 2017, gracias a un proyecto impulsado por Agromillora y en el que colaboran los centros de investigación de Castilla y León, Navarra, País Vasco y Cataluña. En ellos llevan desde entonces cultivando nueve clones de uva, provenientes de variedades internacionales como el Sauvignon, el Cabernet o el Merlot. Los técnicos ya han elaborado los primeros vinos con ellas y «hemos visto que la calidad del vino es perfecta», asegura Alberto Martín, enólogo de la Estación Enológica de Castilla y León.

«Para que estas nuevas variedades sean admitidas legalmente en España, la legislación es complicada y exige que haya cinco años de datos en comparación con una variedad testigo», cuenta Barajas, que es el coordinador del proyecto en Castilla y León. En el Itacyl llevan ya seis años trabajando con estas uvas. «Tenemos variedades italianas y francesas que estamos testando y los resultados son muy prometedores», asegura.

Lo primero que han comprobado es que son resistentes a las enfermedades. «En Valladolid no tenemos mildiu, pero sí oídio. Y vemos que hemos conseguido una reducción de los tratamientos de entre el 50 y el 65 %. Y eso que estamos hablando de cultivo en ecológico, que si fuera en convencional creemos que esa reducción sería del 80 % de los tratamientos», asegura. Lo segundo, que dan vinos de buena calidad, como quedó probado en una cata realizada en el congreso de viticultura sostenible celebrado en recientemente Ourense. Allí se dieron a probar cinco microvinificaciones elaboradas con estas variedades. «En Sauvignon, por ejemplo, hay una variedad, la Nepis, que es muy interesante y tiene mucha intensidad aromática, aunque es muy poco productiva», cuenta Martín.

El problema que presentan estas nuevas variedades es el tiempo que pasa desde que están listas hasta que son aceptadas por el ministerio para su comercialización. «Nosotros tardamos como cuatro años en tener el viñedo productivo y, luego, todavía tienen que pasar otros cinco años hasta que las comunidades autónomas puedan solicitar al ministerio su aprobación. En total, son nueve años de trabajo», cuenta Barajas. Sin embargo, considera que están llamadas a revolucionar la viticultura. «Será un cambio de paradigma. Piensa en el cambio que supondrán en la viticultura gallega, cuando en vez de 20 tratamientos se puedan dar solo cinco», concluye.

Champán, la primera denominación en aceptar estas especies

La sostenibilidad es algo que preocupa, y mucho, en una denominación de origen con tanta historia como Champán. Por eso, en los últimos años se han puesto en marcha toda una serie de acciones destinadas a reducir su huella de carbono, como mejorar la eficiencia energética de las bodegas, apostar por el uso de maquinaria agrícola o diseñar envases más ecológicos. Pero desde el año 2000, esta denominación empezó también a trabajar con las variedades resistentes, que confían en poder empezar a plantar a partir del año 2030.

Según contaron Pierre Naviaux y Geraldine Uriel, técnicos del Comité Champán en el congreso de viticultura sostenible de Ourense, la denominación de origen puso en marcha en el año 2014 un programa regional para crear hibridaciones de variedades resistentes al mildiu y al oídio. Actualmente, ya cuentan con la variedad Voltis, que puede ser plantada al amparo de la denominación de origen pero siempre que no ocupe más de un 5 % de la superficie ni esté presentes en más del 10 % del vino que utilizan en la elaboración del champán.

Al mismo tiempo, Champán continúa con su programa de hibridación y se están evaluando más de 400 clones diferentes, creados a partir de las uvas autorizadas en esta denominación de origen y de otras residentes a enfermedades como el mildiu y el oídio. Las que resulten más interesantes, y permitan conservar la tipicidad de los vinos de esta denominación, serán también incorporadas al catálogo de variedades autorizadas en esta región.