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Manuel Viñas: «A finales de los 70 llegamos a cargar armas para la guerra entre Irán e Irak»

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

SOMOS MAR

Martina Miser

Antes de especializarse en el tratamiento de residuos portuarios y desempeñar la Jefatura de Operaciones en Marín y Vilagarcía, navegó los siete mares como oficial y capitán de la mercante

25 dic 2023 . Actualizado a las 19:46 h.

A Manuel Viñas (Poio, 1948) la expresión lobo de mar se le ajusta como el puente que habitó durante largos años en la marina mercante. Él fue uno de los fundadores de Descontaminadora del Mar S. A. (Desmarsa), la primera empresa homologada para la retirada y tratamiento de residuos marítimos que funcionó en España. Ocupó la Jefatura de Operaciones de la Autoridad Portuaria de Marín, en primer lugar, y de Vilagarcía, a continuación, donde se jubiló en el 2018, después de 25 años de servicio en las dársenas de ambos puertos de interés general. Pocos como él conocen la forma en la que deben ser manipuladas las mercancías peligrosas. Entre otras cuestiones, porque antes de echar el pie a tierra navegó como oficial y capitán a bordo de buques de esos que imponen respeto, auténticos titanes con los que dio la vuelta al mundo.

Siendo apenas un rapaz, Manuel ingresó en un colegio como interno. En él permaneció hasta los catorce años cuando, antes de iniciar el quinto curso, regresó a Pontevedra, donde convivía con sus abuelos y con su madrina. Allí siguió estudiando e hizo el preuniversitario, para instalarse después en A Coruña. En su familia existía una línea de tradición vinculada a la marina de guerra. De hecho, se matriculó en un centro de formación militar. Pero lo dejó para apuntarse a la escuela náutica e intentar hacer la carrera como oyente. Con 19 años, embarca para lo que hoy se entiende como hacer prácticas. «Entonces se nos llamaba agregados y teníamos que hacer horas de mar. En aquella época aprendí lo que no está escrito, a base de 18 horas diarias de trabajo». El Argos era un buque factoría con el que estuvo dos campañas, en Sudáfrica. De ahí, al Cabo San Vicente, un barco de pasaje. «Andar de uniforme todo el día no iba conmigo, y antes de examinarme me ofrecieron una plaza en otro barco. Todavía no tenía el español, pero saqué un título panameño y otro liberiano y me fui. Con los días de mar y cien dólares te los daban. Después, vine a un barco italiano, me examiné y en el 73, con 24, años era oficial».

El Arcadia Berlín, un buque inglés de carga general, es su siguiente destino. Cuando el barco lo compra una compañía alemana, Manuel firma con ella en las mismas condiciones. «Estuve entre doce y catorce años, como segundo, primero y, ya en el 79, capitán». La naviera germana comenzó a abanderar barcos en la India. «Nos mandan a Sri Lanka, y allá fuimos, el jefe de máquinas, que era alemán, y yo, y nos meten treinta hindúes como tripulación. A todo te decían ‘‘yes, sir’’, pero luego... El jefe de máquinas echaba chispas, sobre todo por la comida, que era de llorar de lo que picaba».

 A Europa venían poco. Su océano era el Índico. En una de estas, regresando a España para legalizar setecientos días de navegación para una compañía extranjera —un trámite imprescindible— se dan las circunstancias para otro cambio de tercio. Ahora, a Naviera Química, en diciembre de 1984. Manuel embarca en Avilés como tercer oficial, y a los 18 días ya ejerce como primero. Nuestro hombre revoluciona la seguridad. Hasta el punto de que lo llaman a la central, a Bilbao, para que redacte los manuales de medios y procedimientos que exige la Organización Marítima Internacional. «Tenía un problema, y es que yo sabía inglés y utilizaba términos británicos, pero en castellano, no demasiado», sonríe. Siete años después, en el 91, una oferta para trabajar en tierra lo conduce a una multinacional de publicidad. No era lo suyo, claro, y después de unos meses en los que arregla los números de la agencia, se vuelca en los cursos de formación en materia de mercancías peligrosas. Además de Desmarsa, funda la Asociación Nacional de Agentes Marpol (el convenio internacional para prevenir la contaminación por los buques).

En la memoria quedan sus tiempos en la naviera alemana. Japón, Corea, Singapur, Bangladés, América, toda la costa africana. «Oceanía fue el único continente al que no navegué». Y un puñado de experiencias potentes. «A finales de los 70, cuando estaba con los alemanes, llegamos a cargar armas en el puerto de Valencia para la guerra entre Irán e Irak. Alcanzamos Port Said, la entrada al canal de Suez, y nos dejaron pasar porque al describir lo que transportábamos yo utilicé la terminología del reglamento, INCO 1, en lugar de hablar de explosivos, y carga general, en lugar de cañones desmontados». El conocimiento marca siempre la diferencia.