Juego de tronos 5x02:  el segundo capítulo de la quinta temporada y sus decisiones trascendentales

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Jon Snow ante la oferta más tentadora de su vida
Jon Snow ante la oferta más tentadora de su vida

Crónica con spoilers (ojo, cuenta lo que pasa en el episodio y hace referencias a otras temporadas y a los libros publicados) de «House of Black and White», el segundo de la quinta temporada de la popular y prestigiosa serie de fantasía 

20 abr 2015 . Actualizado a las 22:23 h.

«The house of Black and White» es el segundo capítulo de la quinta temporada de Juego de tronos. Emitido la pasada noche, fue uno de los filtrados antes del estreno mundial del pasado domingo, y confirma lo que muchos lectores temían/esperaban: cada vez hay una distancia mayor entre los libros de George R. R. Martin y la serie que adaptan D. B. Weiss y David Benioff para la HBO.

El segundo capítulo de la quinta temporada de Juego de Tronos arranca lejos de Poniente, a bordo de un barco que pasa por entre las piernas de una formidable estatua, el Titán que guarda el puerto de la ciudad libre de Braavos. En él viaja uno de los personajes que más han errado (en los dos sentidos de la palabra) por los siete reinos, Arya Stark. La niña que vio como decapitaban a su padre y que ha perdido la esperanza de reunirse con su familia busca un nuevo destino, una nueva vida. Y lo hace en un sitio lleno de misterio, el templo de los hombres sin rostro, donde de buenas a primeras -la vida ha sido muy dura con la pequeña- le dan un portazo.

Arya Stark en Braavos
Arya Stark en Braavos

Sola. En otro continente. Sin recursos. Y sin esperanzas, Arya pasa horas y horas recitando hasta la desesperación su letanía de la venganza, la lista de aquellos que destruyeron su existencia. Ya saben: Cersei, Walder Frey, la Montaña... 

Brienne, Sansa, Meñique..

La siguiente escena nos lleva de nuevo a los siete reinos. Y a reunirnos con otro de los cachorros Stark, Sansa. Aquí es donde la trama se aleja por completo de los libros. La guerrera Brienne de Tarth y su escudero Podrick Payne llegan a una taberna para reponer fuerzas. Paran allí porque en Poniente pasa lo mismo que en las carreteras españolas. Si el local está lleno, es que dan bien de comer. Y el lugar está atestado. Hay otros dos comensales que conocemos, Lord Petyr Baelish (el maquiavélico Meñique) y su mejor baza para jugar al juego de tronos, su falsa hija bastarda Alayne Piedra, la peliteñida Sansa Stark, que, guau, se pide una cerveza.

Podrick reconoce a la antigua esposa de su antiguo señor, Tyrion Lannister. Brienne, que le prometió a la malograda Catelyn Stark que encontraría a sus hijas, frustra una interesante conversación sobre planes de matrimonio del hombre que manda en el Valle de Arryn. Tras un tenso diálogo, Sansa deja claro no se fía de la doncella guerrera. Y se lía parda. 

El arte de matar

Una intensa persecución separa los caminos de las dos damas. Y la acción se traslada -por primera vez en el capítulo- a ese nido de víboras que siempre ha sido Desembarco del Rey, a la corte de Cersei. La reina madre recibe una advertencia desde el territorio más meridional de los siete reinos, el principado de Dorne. Allí está la princesa Myrcella, hija incestuosa de los gemelos Lannister y hermana del rey Tommen. Y allí se dirigirá en misión de rescate su padre, el mutilado Jaime. ¿Lo acompañará un ejército? No. Será una acción de comandos. Pero no irá solo. Le acompañará un experto en el arte de matar, Bronn, el mercenario que prosperó a sueldo del ahora prófugo Tyrion Lannister. Con semejante compañía, ese viaje solo puede acabar de una forma, en un baño de sangre, pero eso lo veremos en próximos capítulos.

Esta expedición también es una desviación de lo que sucede en los libros, donde Jaime también abandona la capital, pero para tomar el último bastión leal a los Stark/Tully en las tierras de los ríos.

Que Cersei se quede cada vez más sola en Desembarco tendrá consecuencias en el futuro... Pero ahora toca viajar a Dorne, el territorio más independiente de los siete reinos y cuyas escenas han sido rodadas en Andalucía. Allí asistimos a la presentación de un personaje muy importante en los libros, Doran Martell, tal vez el gobernante más circunspecto y paciente de todo Poniente, y que en esta escena debe defenderse de las peticiones de venganza y guerra de la antigua amante de su hermano Oberyn, fallecido a manos de la Montaña (Gregor Clegane) en el duelo por el juicio de Tyrion Lannister. 

Y por fin, Dorne

Doran habla claro. No habrá guerra. Ni represalias en la piel de la joven Myrcella. Al menos mientras él gobierne. La escena termina con una doble amenaza: la primera, descarada, la pronuncia la viuda, y va dirigida contra el príncipe; la segunda, muy sutil y silenciosa, la escenifica el guardaespaldas del señor de Dorne, que con un gesto evita que se vierta la sangre. Por ahora. 

George R. R. Martin tardó mucho en escribir el quinto libro de la serie, Danza de Dragones, porque se enredó durante mucho tiempo con el llamado «nudo de Meeren» y las tramas y subtramas generadas alrededor de Daenerys Targaryen, cuyo máster de buen gobierno en la antigua ciudad esclavista no va como esperaba. Una sociedad secreta llamada Los hijos de la Arpía combate desde la sombra contra su régimen. Y no sabe como combatir sus acciones.

Sus consejeros están divididos sobre si emprender acciones de guerra sucia contra ellos o no. Y eso conduce a que la penúltima Targaryen (nunca se puede decir en voz muy alta aquello de lo primero o lo último) averigüe que su padre fue un rey loco. Tras una tormenta perfecta, la khaalesi vivirá una crisis de popularidad entre los suyos. Necesita a sus dragones. ¿Podrá recuperar al más grande? ¿Y controlarlo? Tanto él como sus hermanos no le hacen mucho caso. 

El nudo de Meeren

Tomar el poder puede ser fácil, conservarlo es harina de otro costal. Daenerys empieza a ser consciente de algo que sabe muy bien Tyrion, que sigue su interminable viaje con el eunuco Varys. La araña recomienda prudencia al Lannister, que no sabe que en Desembarco del Rey su querida hermana Cersei recibe con cierta frecuencia (y examina con ansias) cabezas de enano antes de mantener una tensísima reunión con su consejo privado. 

La reina madre recibe un zasca monumental de manos del único de sus consejeros que parece capaz de enderezar el rumbo de su reinado, su tío Kevan Lannister, el más estrecho colaborador de su padre. Kevan se marcha a Casterly Rock tras dejar clarísimo que no se apresta a ejercer de marioneta de Cersei, que sí sabe engatusar a su consuegro, el pomposo y vano Mace Tyrell. Esto tendrá consecuencias. Y de las gordas. 

En el Muro también pasan cosas importantes. Stannis perdona a Jon por no permitir que el rey-más-allá-del-muro, Mance Rayder, se quemara vivo. Y hace una oferta muy tentadora a Jon Snow: un apellido legítimo, Stark, y un territorio inmenso, el norte, pasarían a ser suyos si acepta rendir vasallaje al aspirante al justo, feroz e implacable aspirante al trono de hierro. Se arrodillaría como un Nieve. Se levantaría como un Stark. Y como señor de Invernalia. ¿Irrechazable, no? Pues el personaje más arquetípico de los libros y de la serie no comerá ese turrón.

No sabes nada, Jon Snow

Jon tiene en alta estima sus votos, aunque los violara casi todos con su relación con la salvaje Ygritte. Su destino seguirá ligado al Muro. Como líder de la Guardia de la Noche. Gracia al cobarde Samwell Tarly, que da un magnífico discurso. En una escena muy bien fimada, intensa y oscura, pero que no tiene la magia de la narrada en los libros, el bastardo de Invernalia vence en una votación muy apretada a su odiado Alliser Thorne. Gracias al voto decisivo del maestre Aemon. El antiguo príncipe Targaryen puede estar ciego, pero en todas sus acciones lo guia la sabiduría. El Muro es tuyo, Jon Snow. ¿A ver qué haces con él?