No se vayan todavía, aún hay más. Los bolos de la vicepresidenta por las cadenas no han hecho más que empezar como el baile del Chikilicuatre: uno; El Hormiguero; dos, Planeta Calleja... Ahora que nos gusta tanto el mambo y que ya somos políticos guais, cercanos con los medios que despreciábamos, ahora que nos hemos abierto al entretenimiento y nos asalta el prime time, ya no nos importa desmelenarnos en la valentía. Soraya pasará también por el aro de Calleja y demostrará que no vive en otro planeta, que también es capaz, como antes Sánchez o Rivera, de subirse a lo más alto. Que es una mujer con los machos bien atados. Capaz de bailar «Hoy para mí es un día especial, hoy saldré por la noche» en una boda gay o comunicar sin que se le mueva un pelo el más duro de los recortes. En un nuevo estilo de modernidad política que deja a su jefe muy alejado de los nuevos tiempos de polivalencia -«Soraya, es mejor que vayas tú»-. Es muy McLuhan este paso adelante en las nominaciones, este casting de quién puede entrar en la casa del nuevo reality político. En este show mediático de exponerse a ver quién enseña más: mi casa, mi póster, mi moto, mi nevera, mi baile, mi mujer, mis apuntes de inglés... Y digo yo, ante tanta exhibición, ¿no hubiese sido mejor hacer un GH edición Parlamento y que los viésemos convivir en directo? Ellos están deseando que los votemos así.