«The Handmaid's Tale», aún más siniestra

beatriz pallas REDACCIÓN / LA VOZ

TELEVISIÓN

Hulu

La segunda temporada de la serie , que llega a HBO España, explora la supervivencia de June/Defred y los orígenes del totalitarismo en la república de Gilead

26 abr 2018 . Actualizado a las 15:30 h.

Si algún espectador albergaba la idea de ver a June/Defred dirigirse hacia un futuro mejor, es el momento de abandonar esa idea. El final de la primera temporada de The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada) dejó a la esclava interpretada por Elisabeth Moss a oscuras, dentro del compartimento de carga de un camión y encaminándose hacia un destino incierto con un hijo en su vientre. Vistos los dos primeros capítulos de su segunda temporada, que estrena HBO España, es preciso admitir que el resquicio para la esperanza es cada vez más angosto en ese infierno en la Tierra que es la república teocrática de Gilead, las cenizas de lo que un día fue Estados Unidos.

La temporada arranca con una impactante escena en el estadio de los Red Sox, convertido en tétrico anfiteatro al estilo de algunas dictaduras conocidas y que hicieron de la abducción de bebés una de sus señas de identidad. El cuento de la criada sigue sin atenerse en esta segunda entrega al tipo de televisión que se consume para pasar un buen rato. No hay forma de continuar viendo esta adaptación de la novela publicada en 1985 por Margaret Atwood, que ahora ya vuela más allá del texto escrito, sin revolverse unas cuantas veces en el sillón ni contener la respiración ante su relato abrumador. Y, pese a ello, sigue siendo aún más necesaria por las reflexiones que plantea acerca de los fundamentalismos de toda clase y lo vulnerables que pueden ser aquellos principios que se suelen dar por sentados.

Los nuevos episodios permiten abrir más el foco sobre el universo estéril de Gilead gracias a los flashbacks de la narración, que ahora ganan protagonismo. En su huida hacia quién sabe dónde, la mente de Defred viaja constantemente al pasado y, a través de sus recuerdos, se narran los indicios que debían haber alertado a todos acerca de cómo empezó a caer el sistema democrático y cómo empezó a cuestionarse el modo de vida de las sociedades occidentales.

Violencia y libertad de prensa

La serie, producida por Hulu y ganadora de ocho  Emmy y dos Globos de Oro, trata ahora de conocer un poco más sobre aquellos orígenes, sobre cómo llegó a forjarse ese violento alzamiento que condujo a una terrorífica ley marcial que impide a las mujeres tener dinero y propiedades y tomar las decisiones más elementales sin la rúbrica de un hombre. Algo que puede sonar a ciencia-ficción a día de hoy en el primer mundo, pero no en otros países ni en otras épocas.

También se podrá ver qué ocurre en ese nuevo estado con la libertad de prensa a través de una mirada al Boston Globe, el periódico cuyo prestigioso equipo de investigación Spotlight destapó los casos de abusos sexuales en la iglesia de Massachusetts.

En ese universo post-apocalíptico, y como consecuencia de un desastre ambiental, la mayor parte de las mujeres han dejado de ser fértiles, como ya se planteaba en la primera temporada. De ese modo, las pocas que aún pueden concebir hijos se convierten en criadas, una propiedad estatal que es asignada a una familia dirigente para ser violada por el comandante, en presencia de su mujer y en nombre de la perpetuación de la especie.

Paradójicamente, pese a tener el don más preciado de esta sociedad totalitaria, las criadas son el último eslabón en la cadena social, marcadas como el ganado. Solo comen bien si un retraso del período hace albergar la esperanza de que puedan estar embarazadas. Pero cuando el ciclo menstrual sigue su curso, el helado y la sopa se acaban hasta una nueva oportunidad. El rojo de sus vestidos las marca como pecadoras, frente a la pureza del frío traje azul de sus señoras. June Osborne, una de estas criadas, rebautizada como Defred de acuerdo al nombre de su propietario (Fred Waterford), tendrá que hacer frente ahora, al igual que sus compañeras del Centro Rojo, a las consecuencias de haber desobedecido la orden de la matriarca militar Tía Lidia de lapidar a otra compañera.

Elisabeth Moss imprime un nuevo registro estremecedor a este personaje con el ganó un Emmy y un Globo de Oro en su primera temporada. De la falsa sumisión que expresaba con su mirada pasa a mostrarse ahora más fuerte en su lucha por sobrevivir, aunque sometida por la cuenta atrás que lleva en su vientre.

Otro de los escenarios donde transcurre la acción en esta segunda temporada son las colonias, lugares devastados por la contaminación a los que son transportadas las mujeres consideradas rebeldes y traidoras a la ley, como el personaje de Deglen (Alexis Bledel).

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