El central francés se sacó de encima la pesadilla que arrastraba desde la pasada temporada, cuando se quedó al borde de marcar en innumerables ocasiones
29 oct 2023 . Actualizado a las 21:34 h.«Voy a empezar a tener pesadillas con cada acción», bromeaba Pablo Martínez hace poco más de siete meses, después de ver que el portero del Celta B le salvaba por enésima vez un gol cantado. El francés veía con desesperación cómo lo hacía todo bien, en defensa y en ataque, pero la suerte le era esquiva en los metros finales. «Es una locura, quiero marcar ya», advertía.
Ese martirio particular del bueno de Pablo Martínez se juntó esta temporada con el propio de todo el estadio de Riazor, resignado a ver cómo su equipo no fue capaz de ganar en ninguno de sus cuatro primeros partidos de Liga. Y peor aún. Solo había podido celebrar un tanto en esos 360 minutos. Un desastre.
Ante el Nàstic, el líder de la competición, todo parecía ir encaminado hacia el mismo fatídico desenlace. Tras una primera mitad pobre, el Dépor tocó a rebato en la segunda y encadenó un sinfín de ocasiones, que se resistían a superar la línea de gol. Cinco en apenas doce minutos. Y así hasta el córner que originó terminar con el mal fario de todos. Lucas Pérez ofreció otro caramelo desde el banderín y Pablo Martínez se elevó en el segundo palo, por encima de todos, para celebrar su primera diana de blanquiazul. Por fin. El gol más deseado por el deportivismo. De uno de esos jugadores con carisma, a los que no les puede la presión. «Trabajé en el Carrefour y la empresa de mis padres, eso sí da miedo», reconocía hace unas semanas en una entrevista en La Voz cuando el vestuario le daba una y mil vueltas a si jugar en Riazor ante 25.000 almas suponía una presión para los futbolistas del Deportivo.