Drexler sufrió por Uruguay en Vigo

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

13 jul 2010 . Actualizado a las 13:19 h.

Cuando hace meses (supongo) los representantes de Jorge Drexler cerraron el concierto que el uruguayo ofreció en Vigo el pasado sábado, poco se imaginaban que iba a coincidir con la despedida del Mundial del equipo de los amores del compositor. Éste tuvo durante un rato el corazón dividido. Por una parte, su público le esperaba en el patio de butacas y, por otra, no quería perderse ni un minuto del juego de su selección, que le manteía pegado a la silla en el camerino.

Después de que Mucha, la verdadera y única autoridad que todos reconocemos en el centro cultural Caixanova, le recordara que la obligación es la obligación, se las ingenió para conjugarla con la devoción. ¿Que cómo lo hizo? Pues saliendo al escenario, además de con su inseparable guitarra, con un ordenador, de cuya pantalla no quitaba ojo. Los nervios (el marcador aún estaba 2-2) le impedían concentrarse en sus canciones, pero lo que no le impidieron fue improvisar, así es que hasta que el árbitro pitó el final optó por la improvisación.

Se dedicó a retransmitir cantando lo que estaba viendo en la pantalla: «No lo hagooo por miiii, es por la baaaanda», explicó también cantando. Pero no engañó a nadie. Lo hacía sobre todo por él. De hecho en ese peculiar preconcierto reconoció que se había colgado del mundial. Y lo que es más difícil de entender para los profanos (musicales, digo), fue capaz de rimar amor con gol, con balón, con fuera de banda y hasta con Forlán.

Cuando por fin la pelota dejó de rodar en el estadio Nelson Mandela de Port Elizabeth, Jorge se entregó a su público. Eso sí, con el corazón aún dolorido por la derrota. Y eso que un cuarto puesto está muy bien.

El nombre que ha elegido Fernando Domingo Pérez para su proyecto ofrece una pista más que clara de la ubicación, pero ninguna sobre lo que nos vamos a encontrar dentro. Ya les anticipo que novedoso va a ser un rato: una mezcla de taberna y taller-escuela.

De hostelería Fernando, que en su día capitaneó el famoso bar Patos, sabe lo suyo, así es que por esa parte no hay problema. De carpintería, escultura, pintura, música, tapizado, salud..., sabe menos, por eso para esos menesteres recurrirá a profesionales.

Si no entendí mal todo lo que me contó ayer, su objetivo último es proporcionar ocupación a personas que, por el motivo que sea, «andan un poco perdidas o no han sido capaces de enfocar bien su vida». Si todo sale según lo previsto, en el plazo de un año asegura que bajo el paraguas de Detrás do Marco podrán tener trabajo alrededor de 60 personas. Aún va más allá Fernando de forma que, ligado a este proyecto, pretende abrir una residencia de estudiantes a tiro de piedra de la Alameda. «El edificio ya lo tengo», asegura.

Lo que, según cuenta, no tiene son problemas económicos. Entre que se conforma con poco, y que en su momento fue una hormiguita y puso a buen recaudo el dinero que ganó, invirtiéndolo adecuadamente, sus cuentas están saneadas. Tanto que su idea era comprar un billete (sólo de ida) con rumbo a América. «Ya le había pedido permiso a mi madre, que es uno de los amores de mi vida y empieza a estar mayor, para irme cuatro o cinco años», dice.

El azar quiso que se encontrase con un antiguo amigo -«de cuando éramos hippies»-, descubrió que las cosas no le iban muy bien y cambió el guión sobre la marcha. Puso la materia gris a funcionar y el resultado es la taberna escuela-taller que inaugura esta tarde (20 horas) en la calle Londres.

Sus primeros cómplices en esta travesía son Riki López, el canta-humor -«no hago deporte porque es muy malo para el tabaco»- al que Gomaespuma catapultó a la fama, y la escultora Laura Miranda, que será también la profesora que tendrán los primeros alumnos de la escuela taller. Esto hay que verlo.