La gran marea viva de las Rías Baixas

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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Hulton Archive

En 1883, la erupción del Krakatoa provocó en las Rías Baixas tres bajamares extremas que sembraron el pánico

16 ene 2017 . Actualizado a las 11:12 h.

Una erupción al otro lado del mundo provocó en Galicia las mareas vivas más intensas de que haya noticia. El océano se retiraba de los puertos dejando al descubierto el lecho marino. Y la gente huía despavorida a refugiarse en las iglesias, convencida de la llegada del fin del mundo. Toda esta estampa fue provocada por la explosión del Krakatoa. La isla donde se situaba este volcán saltó en pedazos y desapareció en agosto de 1883. En kilómetros a la redonda, el agua del mar se evaporó instantáneamente. El ruido de la detonación se escuchó a 4.800 kilómetros de distancia. Se cree que es el sonido más alto registrado en la historia, con niveles por encima de los 180 decibelios incluso a 160 kilómetros de distancia. Las tripulaciones de todos los buques aún a gran distancia del suceso se quedaron sordas, por rotura del tímpano.

La ceniza ascendió 80 kilómetros. Y una nube de vapor a 400 grados estalló como una colosal burbuja, provocando un tsunami devastador. Y de aquí vienen aquellas mareas vivas que atemorizaron a Galicia en 1883. Porque sí: los efectos de la explosión llegaron hasta las costas gallegas. Los diarios de la época no dejan lugar a dudas. Dos días después del cataclismo, comienzan a aparecer noticias sobre las mareas vivas. «En todo el día de hoy se ha notado aquí un gran fenómeno en nuestra bahía. Desde las primeras horas de la mañana hasta las doce del día que debía haber pleamar, hubo flujo y reflujo inconstante y rápido: la marea subía desmedidamente hasta su límite para volver a bajar vertiginosamente, dejando en seco las lanchas que momentos antes flotaban con bastante mar», escribe el corresponsal en Muros de la Gaceta de Galicia. «Esto produjo en el pueblo un gran pánico entre los pescadores, que aseguran no haber visto jamás un caso igual», concluye el cronista.

En El Anunciador, de Pontevedra, el periodista escribe: «En la mañana de hoy observose en nuestra ría un fenómeno tal que durante las primeras horas preocupó los ánimos de los habitantes de esta capital». Seguidamente, describe el misterioso suceso: «Nos referimos a los cuatro o cinco flujos y reflujos del mar, verificados en menos de seis horas, fenómeno que no acertamos a explicarnos satisfactoriamente y mucho menos si tenemos presente que en nuestro horizonte no aparecía ni siquiera una pequeña nubecilla y el viento era moderado».

Hubo en las Rías Baixas tres pleamares y otras tantas bajamares en el espacio de dos horas. En el norte sucedió lo mismo. Lo cuenta el diario Las Noticias, a través de su corresponsal en Betanzos: «Un raro fenómeno jamás visto aquí se efectuó ayer en nuestra ría. Serían las seis de la mañana hora en que la marea estaba completamente baja, cuando un extraño ruido parecido al murmullo de una tempestad puso en alarma a los vecinos del barrio de la Ribera». El sonido no podía corresponder a la explosión del Krakatoa, ya que no llegó tan lejos. Pero sí parece probable que fuese el mar, revolucionado por la onda submarina del tsunami. Los betanceiros «salen espantados de sus casas y dirigiendo sus miradas hacia el sitio de donde procedía, vieron con terror una inmensa montaña de agua, cuyas espumosas ondulaciones se asemejaban al humo que despide en su vertiginosa carrera la máquina de una locomotora cuando le dejan libre paso». El apasionado cronista prosigue: «Instantáneamente se llena la ría con tal violencia que algunas lanchas rompiendo las cadenas con que estaban amarradas se precipitaron a estrellarse contra las orillas. Los botes, unos fueron arrastrados por las aguas y los otros anegados completamente. Un queche que se hallaba en seco sobre su costa se puso a flote con tanta fuerza que a poco lo hace pedazos. Esto se repitió seis veces con intervalos de una hora hasta las doce del día que dejó de notarse más movimiento que el ordinario». El fenómeno eran los restos de un tsunami que había comenzado en la otra punta del globo, a más de once mil kilómetros de distancia. Y ya en aquella época, los cronistas mejor informados sospechaban del caso: «Según los inteligentes, este gran fenómeno obedece, o puede obedecer, de un volcán a bastante distancia de estas aguas en el mar. Según otros, la atribuyen a un gran temporal en el golfo», escribía el periodista de la Gaceta de Galicia.

Fue la mayor marea jamás vista. Los restos de un tsunami alcanzando la costa gallega. El que provocó un cataclismo planetario: la explosión del volcán Krakatoa en 1883.