Alberto Estévez, analista de Amnistía Internacional: «No es legal vender armas a Israel, no lo es a quien comete crímenes de guerra»

Carlos Punzón
Carlos Punzón VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Considera ingente el poder y la presión de la industria armamentística española

23 oct 2023 . Actualizado a las 09:35 h.

Los gritos de su abuelo Javier rompieron el silencio varias noches seguidas en Ponteareas. Se colaban desde el sótano del ayuntamiento. Era un aviso. Era septiembre de 1936. El torturador, su propio primo, un aniquilador de cualquier pensamiento distinto al que impone la fuerza. Alberto Estévez (Vigo, 1970) tardó más de treinta años en conocer que su abuelo paterno murió de un tiro en la cabeza tras ser torturado. «‘Tú te casaste con un rojo, ¡fastidiate!', le decían a mi abuela. Nunca jamás habló del tema. Se dedicó a sacar a adelante a sus cuatro hijos», ubica Estévez. Él sí que habla de las torturas, de las muertes que generan las guerras. Mantiene encendida la vela de Amnistía Internacional no solo en Galicia, sino en todo el mundo, analizando el comercio de armas, alertando de su uso ilegítimo y de las trágicas consecuencias que el belicismo genera en la gente, peones de un tablero en el que el dinero manda.

«Lo que le ocurrió a mi abuelo supuso también que me robasen parte de mi vida. Los demás tenían pueblo, aldea, primos, tíos... Yo no disfruté de parte de mi familia. Se rompió la conexión cuando mi abuela se quedó en la calle», tiene presente para explicar que las represiones alteran el devenir de las familias, esa red de apoyo indispensable.

«La memoria es imprescindible para reconstruir la historia personal», reivindica mientras cuenta que al ir conociendo la vida de sus antepasados decidió publicar una esquela en recuerdo de su abuelo, en el 70 aniversario de su asesinato, contando la verdad, que no murió por la guerra.

Se hizo socio de Amnistía Internacional con 17 años. «Tenía la necesidad de hacer algo y un hermano mío me animó a implicarme, lo que dio lugar a que en 1989 se refundase en Vigo la organización». Ahora lleva 36 años en AI, donde hace trabajos de consultoría y análisis. «Secretos que matan», fue el lema con el que se puso en marcha una campaña en España contra la venta ilegal de armas a países que no respetan los derechos humanos. En el 2013 su papel fue clave desde la secretaría internacional de AI en la coordinación de la captación de apoyos en todo el mundo para que la ONU diese a luz su Tratado sobre el Comercio de Armas. «Casi me dejo la vida en ello, literalmente», dice.

Analiza los informes que hace el Gobierno español sobre exportaciones de esa industria y los contesta con recomendaciones. «El 89 % de las aceptadas en los últimos diez o doce años son de Amnistía, y han dado pie a cambios en el comercio de armas», señala con medida satisfacción. «Estamos luchando contra un gigante. La industria militar en España tiene mucho dinero y ejerce mucha presión, pero hemos conseguido en los último treinta años que el Gobierno preste un poquito más de atención a los derechos humanos en relación con las armas, pero su lobi es muy fuerte, se mueve mucho dinero», mantiene.

Deja prácticamente fuera a Galicia del mapa de la contribución a la escalada bélica internacional, aunque avisa que hay que estar atento al uso militar de las empresas de drones. «Nunca llegamos a conseguir datos de armas mal exportadas que fueran hechas en la ya desaparecida fábrica de A Coruña, pero podría. Por ejemplo, España no ha vendido demasiado a Israel en los últimos años, unos 12 millones en munición, sistemas de tiro... Y no es irregular venderle a Israel, según entiende el Gobierno, pero desde Amnistía creemos que sí, porque el tratado internacional prohíbe transferir armas cuando se intuye que pueden ser utilizadas para cometer crímenes de guerra, violaciones graves del Tratado de Ginebra y otras convecciones», argumenta Alberto Estévez.

«Nadie podría estar vendiendo armas a Israel, porque todo el mundo sabe que ha creado un régimen de apartheid, de ocupación, con crímenes de guerra impunes», se posiciona sin reparos. «Legítimo puede ser, legal, según el derecho internacional, no», reitera para añadir que prueba de ello es que Amnistía Internacional y otras oenegés han logrado la suspensión de cinco ventas de material español al ejército israelí. Fue por presión». Cada mes la comisión interministerial creada para analizar las exportaciones tiene encima de la mesa unas mil peticiones de ventas de armas «y para la próxima reunión habrá peticiones para Israel, seguro y eso que ya es uno de los mayores fabricantes de armas del mundo. Lo que le pedimos al Gobierno es que las suspenda hasta que no dejen de matar civiles». Advierte que con esta reclamación no se posiciona sobre los contendientes. «Pedimos a todos los países que se abstengan de proporcionar armas a ambas partes y que se presione a quienes se las suministren para que les corten el grifo. En el 11-S se acuñó el ‘¡tú me atacas, yo te pego un tiro!', sin juicios y lo tenía que haber tenido hasta Bin Laden. Los derechos humanos son básicos. La tortura no prescribe», acuña, volviendo a pensar en su abuelo.

Álbum familiar

EN DETALLE

-¿Primer trabajo?

- Di clases de inglés cuando acabé COU para pagarme kárate en el gimnasio, la Alianza Francesa y unos cursos de alemán.

-¿A qué causa se entregaría?

- En la que estoy, en la defensa de los derechos humanos, en dejarle a mis hijos un mundo un poco mejor. Las revoluciones... mañana. Los grandes pequeños cambios son los que marcan la diferencia.