Darío Vilas: «Mi novela inspirada en el caso Déborah es ficción anclada en las emociones, no es policíaco»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

El autor y profesor vigués, impresionado desde joven por la desaparición de la joven, publica «Una cara conocida»

26 oct 2023 . Actualizado a las 00:25 h.

Con su nueva obra, Una cara conocida, Darío Vilas (Vigo, 1979) se acerca a uno de los casos más espeluznantes de la crónica negra que ha dado esta ciudad, la muerte violenta de una joven viguesa en el 2002. «Esta no es una novela sobre Déborah Fernández, no pretende en ningún momento ser fiel a unos hechos que solo sirven como detonante. Tampoco tuve nunca intención de arrojar luz sobre el caso. Esto, en realidad, ni siquiera es una novela. Es un grito de rabia y de frustración, una purga», advierte en la presentación de la obra que salió a la venta esta misma semana. El autor, que publica con la editorial Insólita su décimo cuarta novela desde que debutó en el 2011, compagina la creación literaria con la enseñanza de la misma, ya que es profesor de escritura creativa en la academia Máster D.

—¿Cómo explicar que en el libro que ha escrito habla de Déborah Fernández y a la vez no habla de ella? Además, con ella se aparta un poco de su trayectoria centrada en un terror más fantástico, ¿no?

—A medias. Entra dentro de lo que yo suelo hacer porque no deja de ser una novela con un enfoque de terror, pero sí es cierto que tiene un anclaje más claro en un hecho real, y eso la diferencia del resto de mi producción. También hay cierto componente de autoficción, pero queda muy diluido. Siempre tiro hacia la ficción pura. Necesito separarme del personaje para tener perspectiva, si no, acabo perdiéndome, no me siento cómodo si noto que estoy hablando mucho de mi.

—Pero en la nueva novela sí que trabaja con material real.

—Sí, y es algo que me preocupaba mucho, por si podía herir sensibilidades o incomodar a alguien.

—Se lo habrá pensado mucho entonces.

—Muchísimo. Por un lado me parece que está bien hablar de determinados temas relacionados con la violencia de género, porque hay que visibilizarlos para no olvidar, sobre todo en casos como este, sin resolución final y donde no se hizo justicia. Pero por otro lado está la familia y había que tratarlo con toda la sensibilidad posible, por eso me fui hacia la ficción. No hay intención de reflejar la realidad ni que aporte información ni vaya a esclarecer nada. ¡Quién soy yo para resolver nada!

—¿Contactó con la familia?

—Ya lo había hecho antes porque escribí un relato para el libro Por todas mis muertas en el que trataba el tema de una forma más anclada en la ficción. Como tuvo cierto eco en su momento, contactaron conmigo para darme las gracias por contribuir a que no se olvidara el proceso, que aún estaba abierto en ese momento. Así surgió la posibilidad de hacer un libro en el que se tratase el caso de forma directa, pero yo no me vi capaz de hacer una crónica desde un punto de vista casi forense. Pero sí estuve unos meses metiéndome en materia aunque no terminó de salir el proyecto. Cuando me decidí, ellos estaban en proceso de preparación de otro libro con un forense especializado y no tenía sentido meterme ahí, pero todo este asunto fue arraigando en mí. Ya lo tenía dentro y necesitaba expulsarlo, hacer purga. Por eso decidí irme hacia la ficción.

—Como el final de la historia real la sabemos, ¿cómo lo resuelve en la suya sin hacer espóiler o cómo convencer al lector de que compre su libro?

—Sin poner las cartas boca arriba, puedo decir que si el caso en la vida real no tiene resolución, difícilmente puede tenerla en la ficción. Va por otros derroteros, no es un libro policíaco. Está más anclado en las obsesiones y en la emoción. Y aborda otros temas como la salud mental y el duelo que se le niega a la familia si no se hace justicia.

—¿Por qué le obsesionaba?

—Parte de que a mí, en su día, me impactó. En el año 2002, cuando desapareció, yo tenía la misma edad que Déborah Fernández y veía el cartel por las calles todos los días y pensaba: ‘Ojalá que aparezca y esté bien'. De ahí el título de la novela, que viene de una frase que me dijo mi abuela viendo aquella foto en el escaparate de una cafetería: ‘Se me hace una cara conocida'. Y entronca con esa sensación que teníamos todos de cercanía con ella.

—Dada su inclinación al terror, estará encantado con un lanzamiento en esta semana terrorífica.

—Reconozco que es una muy buena época para mí por varios motivos. Primero, como lector o espectador, porque hay muchos lanzamientos editoriales y las plataformas de streaming se llenan de títulos del género. Y, claro está, como lector me beneficia porque también el público está más receptivo. Pero es un arma de doble filo; también hay mucha más oferta y cuesta destacar.

—¿Qué obra suya se aleja más de la fantasía?

La leyenda del Babujal. Tiene pasajes que pueden rozar una tensión próxima al terror, pero no hay elementos fantásticos. Es un thriller ambientado en tres etapas de la historia reciente: Guerra Civil, Posguerra y Transición.