Enamorada del rugbi en dos vertientes

MÍRIAM VÁZQUEZ FRAGA VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Asturiana asentada en Vigo, Alba de la Fuente vive las facetas de entrenadora y jugadora como complementarias

15 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Alba de la Fuente Blanco nació en México en 1995 y vivió en ese país hasta los seis años, cuando se trasladó a Asturias. Allí se crio y fue donde comenzó a jugar al rugbi. Aunque su primer deporte había sido la natación, descubrió el oval en la etapa universitaria por una amiga que jugaba y, desde hace tres años, lo practica en Vigo, a donde llegó por trabajo. Pero no se conforma con jugar y también es entrenadora de la base del equipo local, que ya es en el que más tiempo ha estado.

Llegó como jugadora, pero cuenta que siempre le ha gustado «estar vinculada en otros aspectos» allá donde ha estado. «Somos un deporte minoritario, y el femenino, ni te cuento. Así que todo el mundo colabora y para que un club funcione siempre se necesita de todos, de que echemos una mano en lo que sea», señala. Y a ella la faceta de entrenadora siempre le había llamado la atención. «Aunque no me dedique a ello profesionalmente, la enseñanza es un campo que me gusta y disfruto con los niños. Aprendo mucho de ellos», subraya.

Desde que llegó al Vigo, siempre estuvo dispuesta a arrimar el hombro en lo que hiciera falta. Comenzó ayudando en las escuelas, probando con la única aspiración de ayudar, y después hizo el curso para ser entrenadora. «Desde el club se nos pidió a las categorías sénior que ayudáramos en las escuelas porque se necesitan manos. Tuve esa proactividad», dice recordando que se trata de una de las escuelas más grandes de Galicia.

A medida que ha ido desarrollando ese papel ha confirmado que le encanta «enseñar y transmitir». «Lo que hacemos a esas edades es jugar, que empiecen a coordinarse, sentirse seguros en un ambiente diferente, que salgan de la zona de confort y hagan nuevos amigos», indica. También destaca que trabajan con niños muy diversos, incluidos pequeños en riesgo de exclusión social, lo que también permite que el resto «conozcan otras realidades».

Cuenta De la Fuente que muchos de los niños que empiezan en el rugbi provienen de familias que ya tienen algún vínculo con esta disciplina. «Suelen tener hermanos o padres que jugaron. Incluso hay padres que, aunque no hayan jugado, conocen los valores de este deporte y quieren que sus hijos los adquieran», precisa. Los que responden a ese perfil ya suelen conocer y entender el rugbi, pero si no es el caso, tampoco es problema. «Hacemos juegos y actividades que ya les son familiares, pero introduciendo el rugbi. Por ejemplo, hacemos la gallinita, pero metiendo balones, reglas diferentes... Y hay una progresión durante todo el año», añade.

Se les introduce en el aspecto del contacto, «que entiendan cuál está permitido y cuál no, que no le tengan miedo, que no se creen estigmas... Es un deporte de contacto, pero también de evasión», señala. Como ejemplo de las enseñanzas como punto de partida, también menciona que «pueden tirarse suelo, llenarse de barro y no pasa nada por unos moratones, pero sí si un compañero te pega un puñetazo en la cara».

Alba es de la opinión de que «en la etapa rugbística de una persona es importante estar vinculada a un club por diferentes vertientes». Lo explica cuando se le plantea si disfruta más jugando o entrenando. Han sido roles complementarios para ella. «Como jugadora, igual al principio evolucionas mucho, se te da bien, ves avances y te motivas, pero llega un punto en el que te estancas o te cuesta más llegar a lo que tú crees que es tener éxito», pues recalca que se trata de un deporte complejo y con muchas facetas, en el que cada posición tiene unos objetivos», sostiene.

En su experiencia personal, cuando estuvo más saturada como jugadora, le ayudó ejercer de técnica. «Tuve la opción de reenamorarme del rugbi a través de las escuelas», cuenta. Además, lo ha visto con amigas suyas que también han encontrado ese plus ejerciendo roles como directivas o desarrollando proyectos como el rugbi inclusivo en el que está inmerso el Vigo Rugby. «Creo que esa vinculación más allá de jugar es importante para poder ir equilibrando. Mi elección entre jugadora o entrenadora dependería del momento en el que me pille», confiesa.

Apasionada del rugbi, si tiene que quedarse con algo negativo, apunta esa falta de manos que a menudo tienen que combatir entre todos, tanto en las escuelas como en el equipo femenino. «Es importante que se le siga dando visibilidad y la importancia que merece. Es básica la captación para que sepan que estamos aquí; luego, que vengan o no, pero que sepan que existimos», ahonda. Porque lamenta que con más de 30 años de historia del club, hay gente que se sorprende cuando les cuenta que en Vigo hay un club de este deporte.

Por el contrario, no le resulta difícil compaginar el rugbi con su trabajo en una consultoría de I+D, con un horario cerrado. «Estoy muy contenta de cómo me han acogido y mientras esté en Vigo. Me siento parte de esta familia», celebra. Y agrega que lo mejor que le ha aportado el rugbi es «personas maravillosas», además de permitirle desarrollar la intuición, la paciencia