De la pista de tierra a la Challenge Cup

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

A GUARDA

El Guardés alcanza su techo histórico coincidiendo con su cincuenta aniversario. Mañana se enfrenta al Höörs

11 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Corría el año 1967 y Carlos Rodríguez Barros era destinado a A Guarda como profesor. Desde muy jovencito había sentido pasión por el balonmano y lo había practicado en varios equipos de Vigo, su ciudad, así que cuando llegó a su nuevo destino, le pareció de lo más natural atender las peticiones de sus alumnos y dedicar los recreos a enseñarles a jugar. Para los chicos era una forma de divertirse y para las chicas incluso podía ser una fórmula para buscarse el futuro.

«Las niñas se animaron a entrenar igual que los niños, pero además para ellas, que formaban un equipo sénior en el que había algunas más pequeñas y otras más mayores, era una forma de conseguir en aquellos tiempos un título de la sección femenina. Con el balonmano lo adquirían», recuerda Carlos sobre los primeros pasos del hoy Atlético Guardés, cuyo precedente se fundó bajo el nombre de Medina Guardés en chicas y José Riego en chicos. El germen de un club que en el año de su cincuenta aniversario está tocando su techo histórico. De la mano de José Ignacio Prades, sigue los pasos del Bera Bera desde la segunda plaza de la Liga y mañana disputará la vuelta de los cuartos de final de la Challenge Cup, la competición europea en la que ya ha destrozado todos sus registros pasados.

Pero el presente brillante que hoy acompaña al Guardés fue un pasado humilde. Recuerda Carlos que cuando comenzaron a jugar y sus alumnos quisieron poner en marcha sus equipos se echaron a la calle para recabar fondos para comprar las camisetas. «Aquello era bastante novedoso, había muy pocos equipos de balonmano en toda la provincia, y en A Guarda se pusieron en marcha al mismo tiempo los masculinos y femeninos». Aquellos eran otros tiempos. Contar con una cancha era casi una utopía y tocaba jugar en un campo de tierra en el que las líneas se pintaban con cal y se repintaban cuando la lluvia se animaba a aparecer. Los medios eran pocos, pero las ilusiones inmensas.

Pero el servicio militar se interpuso entonces en el camino de Carlos Rodríguez, que dejó el pueblo y no regresó hasta 1971. «Para cuando volví ya había desaparecido el equipo así que fundamos el Atlético Guardés masculino y un año más tarde recuperamos el balonmano femenino como Medina». Porque aunque la estructura del club se había diluido, en la sociedad ya había prendido el gusanillo del balonmano. «Al principio la gente era escéptica, pero se fue involucrando cada vez más y se animaron a jugar y a ver los partidos», recuerda Rodríguez Barros. «Hubo un tiempo en el que, por circunstancias, les ponía los entrenamientos a las ocho de la mañana y allí aparecían todos y todas», recuerda con cariño.

Crecimiento hasta la élite

Aquel Guardés que Carlos puso en marcha se ha pasado las últimas cuatro décadas creciendo y alumbrando grandes talentos. «¿Por qué arraigó el balonmano en A Guarda? Posiblemente porque es un deporte que engancha y porque casi no había familia en la que alguno de sus miembros no lo practicase o no fuese a ver los partidos». Una pasión que se alimentó mimando a los más pequeños y que en el siglo XXI ha dado el estirón. El ascenso a la categoría de Plata llegó en la temporada 10/11, un año después alzaba el título de Liga en la segunda división y al tiempo, en mayo del 2012, daba el salto definitivo a la élite, a una División de Honor en la que no ha dejado de crecer. El tercer puesto de la campaña pasada va camino de mejorarse este año, y el reto de superar las semifinales de la Copa de la Reina, en las que se ha plantado en cuatro ocasiones, también está en el horizonte.

Pero quizás lo mejor de los cincuenta años del Guardés es que nunca ha caminado solo. Una parroquia fiel comenzó a seguirle en los campos de tierra y hoy la lleva en volandas bajo el techo de A Sangriña. «Estoy muy orgulloso cuando veo al equipo ahí arriba. Cada vez que ha tenido un éxito me alegraba».