La cantera moañesa que llega para quedarse

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

MOAÑA

XOAN CARLOS GIL

O Pirata nació en el 2015 con un equipo sénior que se nutrirá en el futuro de la base creada este mismo curso

14 mar 2017 . Actualizado a las 23:24 h.

Justo después de vivir una aventura frustrada en el fútbol búlgaro, a Guillermo Paredes le llegó la oportunidad de entrenar por primera vez a un equipo femenino de fútbol sala. «Había fichado en la segunda de ese país, pero tuve problemas con el reconocimiento médico y volví. Al final lo entendí como que aquello no era para mí, porque a mi regreso surgió la ocasión en O Pirata y me encontré un mundo nuevo», valora sobre el equipo fundado en el 2015 y con el que él dio «un salto a la profesionalidad» el pasado verano al ponerse al frente de la base creada en este mismo curso 2016/2017.

Jugador tanto de fútbol convencional como de sala durante toda su vida, Guillermo lleva seis años ejerciendo de técnico, pero nunca con chicas. Cuando la presidenta de O Pirata y antigua profesora suya, Araceli Otero, le puso sobre la mesa la opción de hacerse cargo de algunos conjuntos -lleva a las cadetes, al filial y echa una mano en el primer equipo- hubo quien trató de disuadirle, pero él no veía motivo para no intentarlo. «Me decían que eran vestuarios muy diferentes, más complicados, que me iba a costar... Todo eran pegas. Y para nada. Lo tomé como un desafío, un trabajo más, y estoy encantado».

Paredes lleva también a un equipo de fútbol-8 de la Escuela Moañesa de fútbol y asegura que su planteamiento no varía en función del sexo de los deportistas a su cargo. «La filosofía es el aprendizaje constante por los dos lados: que las jugadoras aprendan de mí al mismo tiempo que yo de ellas», señala. Y considera que lo primero que hay que trabajar en esta disciplina, o en lo que más se debe incidir, es la vertiente técnica y táctica. «La mayoría juegan al fútbol en otros equipos con los que entrenan más días y la parte física ya la tienen cubierta. Así que priorizo que sepan leer el juego, que interioricen su lógica, asimilen los conceptos propios de este deporte y los pongan en práctica».

La sombra del fútbol convencional siempre persigue a esta disciplina «más nueva y en crecimiento». Dice el preparador de O Pirata que casi es tanto lo que les diferencia como lo que tienen en común. «En el sala el espacio es más reducido y eso te exige una rápida toma de decisiones, pensar mucho más deprisa. Pierdes un balón y en tres segundos pasas de estar atacando tres para dos a un dos para uno en contra», ejemplifica. Ese dinamismo lo vuelve por momentos «más divertido», valora.

«El enamoramiento de la pelota, del pase o la belleza de una pared no cambian, pero los deportes en sí mismos son muy diferentes», insiste. La intensidad y velocidad de movimientos del futsal permiten que la transición de ahí al otro, más calmado, sea más plausible que a la inversa. También es partidario de compaginarlos como hacen sus futbolistas, pero solo a ciertas edades. «Hasta cadetes no hay problema. La cuestión es que en España no tenemos juveniles, así que tras el segundo año pasarían a sénior y jugar en el filial o el primer equipo, ya con gente adulta», expone. Un «salto grande» que reclama un trabajo más exclusivo.

Camino del primer equipo

El gran objetivo de Paredes no es tanto lograr victorias -«que siempre gustan y son bienvenidas», acepta- como, precisamente, formar chicas que puedan nutrir a su bloque de Segunda Nacional. «Ganar títulos es una cosa secundaria. Lo que busco es que evolucionen, crezcan y se preparen para el día de mañana poder estar en el primer equipo». Sabe que algunas se decantarán por el otro fútbol cuando llegue el momento. «Les digo que lo que decidan estará bien hecho, pero si ninguna llegara al sénior no me sentiría satisfecho con mi trabajo», admite. Es partidario de «no tener que traer gente de fuera, porque si trabajas bien tu base, como se está intentando, no existe esa necesidad y ya tienes mucho ganado».

En su primer año, y a la espera de que el tiempo dicte cuántas de sus jugadoras dan el salto, está disfrutando al máximo del día a día. «Veo que lo pasan bien, que les tira y les va enganchando. Es un deporte bonito que se ha dejado muy de lado pero que poco a poco va cogiendo peso». Moaña, donde hasta hace nada la base femenina era inexistente, es la prueba más clara con O Pirata.