El dueño del taller de Vigo era el padrino de la hija de su asesino

a. martínez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

El autor del crimen, que se pegó un tiro en la cabeza, murió ayer en el hospital

19 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Un problema personal es la causa más probable del crimen del taller de Lavadores. La víctima y su verdugo tenían vínculos en común. Ángel Rodríguez Pereira era el padrino de la hija del hombre que lo mató. Pero la buena relación que un día existió era ya cosa del pasado. Ambos llevaban tres años sin dirigirse la palabra, según indicaron ayer fuentes de su entorno cercano.

El delegado del Gobierno en Galicia, Santiago Villanueva, dijo ayer que en torno a este suceso hay varias líneas de investigación abiertas. Realizó estas declaraciones durante la recepción a los integrantes del quinto batallón de intervención en emergencias que alcanzaron la plaza del Obradoiro tras hacer el Camino. Sin embargo, la teoría que cobra más fuerza una vez conocidas las circunstancias de los implicados son las probables desavenencias de índole personal que desembocaron en un odio irreconciliable.

Convencido de que Ángel le había arruinado la vida, por razones que no han trascendido, J.B.C. se dirigió a última hora de la tarde del viernes al taller de la calle Ramón Nieto con intención de matar a su compadre. Sabía que a esa hora lo encontraría allí y, cuando lo tuvo de frente, le pegó tres tiros en la cabeza. Murió en el acto. Apretó el gatillo en plena calle y ante la presencia de varias personas, que vieron horrorizados el cuerpo de la víctima tendida en el suelo. Acto seguido, el agresor dirigió el arma contra su cabeza y disparó.

Daños irreversibles

Los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida. Fue trasladado de urgencia e ingresado en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Xeral, pero la herida de bala le provocó daños irreversibles en su cerebro, que le dejó de funcionar. Ayer por la tarde se tomó la decisión de desconectarlo de las máquinas que todavía mantenían en funcionamiento sus órganos vitales.

Agentes de la Policía Nacional que llevan a cabo la investigación se mantuvieron en contacto con el equipo médico durante todo el día para realizar un seguimiento de la evolución paciente.

Separado, con dos hijas menores y muy apreciado en los barrios de Lavadores y Cabral

El asesinato de Ángel Rodríguez Pereira ha causado una gran conmoción en Lavadores, donde era una persona muy apreciada. Dos velas encendidas aparecieron ayer en la entrada del taller que regentaba. También en la parroquia de Cabral, donde tenía fijada su residencia, se lamentó mucho la pérdida de este hombre a quienes sus vecinos definen como una persona muy trabajadora. Junto con su hermano, eran apodados los gemelos de Cabral.

Los vecinos cuentan que hacía unos tres años que había abierto el taller en el número 331 de la avenida de Ramón Nieto. Se había separado y empezaba una nueva vida. Tenía dos niñas, de nueve y quince años.

Ángel era una persona muy sociable en el barrio de Lavadores, siempre dispuesto a echar una mano a quien lo necesitase, sobre todo en labores de mecánica, para cambiar una rueda o pasar algún coche a la ITV. Precisamente se lo iba a pasar dentro de unos días a la propietaria de una de las cafeterías cercanas a su negocio, donde salía parar de vez en cuando.

Pacífico

Ciudadanos de su entorno con los que trataba habitualmente manifestaron que se trataba de un hombre pacífico y que en su taller nunca había ocurrido ningún escándalo, por lo que el crimen ha sorprendido muchísimo. Nadie esperaba que pudiera ocurrir algo así.

La noche del viernes, una persona tuvo que recibir asistencia médica tras sufrir una crisis de ansiedad después del tiroteo que se produjo sobre las 20.40 horas, según informa el servicio de emergencias del 112, que recibió una llamada de alerta y pasó el aviso a la Policía Nacional, que ya tenía conocimiento del suceso y tenía varias unidades desplegadas en la calle.

«Nos mandó salir y oímos el disparo»

ALEJANDRO MARTINEZ MOLINA

«Era una buena persona. Trabajaba como un desgraciado, como todos los autónomos». Así recordaba ayer Carmen González a su vecino de negocio, puerta con puerta. Ella fue una de las primeras persona que lo vio después de los disparos. «Estaba en el suelo, con convulsiones y le pregunté qué le pasaba, después apareció el otro hombre con una pistola y nos mandó salir para afuera y luego oímos un disparo», recordaba ayer.